Paysandú, Viernes 09 de Marzo de 2012
Policiales | 04 Mar La señora iba en su auto por Purificación, pasó Zorrilla de San Martín y antes de llegar a Roldán “vieja” se detuvo. Quería anotar algo en su agenda antes de olvidarlo. Eran las 13.30 del miércoles y aún tenía muchas cosas que hacer. Sacó la libreta y la lapicera de la cartera, que dejó en el asiento a su lado.
En eso estaba cuando vio que un hombre joven apareció por detrás del auto, dio la vuelta por el lado del acompañante, pasó por delante y se acercó a su ventanilla. “Irá a pedirme algún peso”, estaba pensando la mujer cuando intempestivamente se abrió la puerta y el hombre, con total sangre fría, pasó sobre ella y agarró la cartera. Ella reaccionó instintivamente, tratando de impedir que el ladrón se saliera con la suya. Tomó la cartera por una de sus correas, y empezó el forcejeo. Lejos de desistir, el hombre insistió haciendo más fuerza y tirando de la cartera. La cabeza de la mujer golpeó varias veces contra el parante del auto.
En ese momento reaccionó, y lo primero que pensó fue en su hija de 10 años, que estaba en casa y esperaba a su madre. Soltó la cartera, pensando que la pérdida de algunos documentos, el celular y unos pocos cientos de pesos eran el mal menor, dadas las características de violencia que se presentaban en el intento. “Devolveme los documentos”, atinó a gritarle al ladrón, esperanzada en una acción que no se concretó. El hombre salió corriendo hacia Roldán. Ella reaccionó enseguida, intentó seguirlo en el mismo auto --al menos para ver si encontraba los documentos-- pero no tuvo suerte, había desaparecido. Pudo ser que se escondiera en el cañaveral que hay pasando la avenida, o tal vez alguien estaba esperándolo en una moto, como es ya habitual en estos casos.
EDUcada en un
ambiente de trabajo
La profesora Ana Giles, protagonista involuntaria del insuceso, dijo haber sido “educada en un ambiente de trabajo. Mi padre trabajó para criar los cinco hermanos, y aprendimos que las cosas se logran con esfuerzo”.
Ahora para algunos, sin embargo, no es igual. “Sé que se han tomado medidas, que la Policía está mejor equipada, pero el delito también ha crecido”, afirmó. La modalidad de acción delictiva que sufrió, un hurto con características de rapiña, también ha crecido en las últimas décadas. Y no se trata de zonas específicas, sino que con la movilidad que tienen las motos, se da en cualquier punto de la ciudad.
“No perdí nada de valor para el que lo robó”, explicó la docente. “El celular era un aparato viejo, los lentes son con prescripción médica, las tarjetas de crédito y débito no le sirven a nadie porque ya están anuladas, el resto de los documentos tampoco y en el monedero tenía unos pocos pesos, que es lo único que les podía ser útil”.
Sin embargo, a Ana todo eso le costó muchísimo más que lo que se apropió el delincuente. “Entre el miércoles y el viernes tuve que renovar el carné de conducir, la cédula de identidad, dar de baja las tarjetas y pedir nuevas y gestionar por la tarjeta del cajero para cobrar el sueldo”, explicó sobre un esfuerzo de tiempo y varios miles de pesos que tuvo que hacer a consecuencia del robo. “Y pude hacer todos los trámites porque estaba de licencia, si no se hubieran sumado días de trabajo perdidos”. Ana es profesora en la UTU, en el Liceo 1 y en el Instituto de Formación Docente.
“algo hay que hacer”
Sabía que esto sucedía, pero ahora le tocó personalmente. “Además del mal rato que pasé, y de cómo se lo contaba a mi hija de 10 años para que no se asustara, se siente la impotencia ante algo que no debería pasar”. Más allá de la queja, Ana Giles espera una respuesta de las autoridades. No a ella, sino a todos los que han pasado por esto, y también para evitar que el mal trago le toque a otros.
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