Paysandú, Lunes 12 de Marzo de 2012
Opinion | 07 Mar En ancas de la favorable coyuntura internacional nuestro país ha tenido un sostenido crecimiento económico en los últimos siete años, sobre todo en números macroeconómicos, lo que significa un derrame de riqueza que aunque no ha favorecido a todos los sectores por igual, ciertamente por una mayor circulación de dinero y consecuente mayor acceso a bienes y servicios existe una mejoría en la calidad de vida para la gran mayoría de los ciudadanos.
De todas formas es notorio que no todos los sectores se han beneficiado de esa coyuntura, pero lo que es peor aún, no se ha generado sustentabilidad que permita acompañar y apuntalar el crecimiento con desarrollo, es decir con infraestructura y medios para establecer valores diferenciales que no dependan exclusivamente de tener buenos precios para nuestros productos de exportación.
El nivel de actividad en el comienzo de 2012 mantiene un ritmo de crecimiento alto en comparación con lo que está sucediendo en el mundo, lo que muchos analistas atribuyen a que el consumo interno sigue al mismo ritmo que el año pasado.
En general, sobre todo en la capital --aunque se tiende a extrapolar a todo el país por gobernantes y técnicos capitalinos--, hay numerosas oportunidades de trabajo, bajo desempleo y el salario real sigue aumentando por los mecanismos de subas indexadas establecidas en los convenios salariales.
Este escenario del mercado laboral otorga un nivel de seguridad y capacidad de endeudamiento a las familias de trabajadores que están amparados en sindicatos fuertes, con alto poder de negociación, sobre todos los de los funcionarios públicos de determinadas dependencias y organismos, naturalmente que en desmedro de trabajadores que no tienen la misma posibilidad de presión sobre quienes tienen el poder de decisión, ya sea autoridades como empresas del Estado o privadas, y allí se generan notorias diferencias en la distribución de los ingresos.
Estos mayores ingresos invitan al endeudamiento en un contexto de tasas de interés que si bien son altas, igualmente incitan a consumir, sobre todo productos importados que ingresan a bajo precio por la relación cambiaria, lo que a la vez sigue alimentando el crecimiento del mercado interno.
Pero más allá de la favorable coyuntura exportadora –que no es la misma que la de hace unos pocos años tampoco-- si hay quienes han obtenido mejoras en el contexto interno es porque han recibido transferencias desde otros sectores que no la están pasando tan bien, en este caso mayormente de empresarios de la actividad privada que han resignado rentabilidad o directamente están con problemas para sostener sus empresas, y en el caso del Estado por un mayor esfuerzo de todos los sectores de la economía, incluyendo otros trabajadores dependientes y pasivos, así como cuentapropistas, que deben sacar más dinero de sus bolsillos para sostener los mejores salarios dentro del funcionariado público.
No hay milagros ni reproducción mágica en la economía, sino que simplemente cuando se generan condiciones para crear riqueza ésta se redistribuye, y no siempre igualitariamente ni a quienes más lo merecen por su esfuerzo y disposición al trabajo, pero lo que es mucho peor aún, ello disfraza problemas de sustentabilidad que indudablemente estamos teniendo en este momento en el Uruguay.
No es oro todo lo que reluce, y los incrementos salariales por encima de la inflación implican que alguien está pagando la fiesta. La gran interrogante es cómo y hasta cuándo podrá mantenerse esta tendencia sin que colapsen quienes han llevado la peor parte en este acomodamiento de la economía. En Paysandú tenemos muy claro el ejemplo de la citricultura, donde los salarios se han incrementado un 122 por ciento en cinco años y a la vez el precio internacional de la fruta no ha variado, lo que significa más costos para las empresas que a la vez sufren otros aumentos como los impuestos, la energía y otros insumos.
En situación similar se encuentra la industria manufacturera, tanto la que produce para el mercado interno como las muy pocas que lo hacen para la exportación, porque a la vez la mejora en los ingresos tanto en el sector público como en el privado no se acompaña de una mejora en la productividad, lo que incide negativamente, además de la gestión empresarial, en los costos del producto final.
Ello es determinante para que se esté apretando el nudo gordiano de la economía, que se refleja en una inflación que es consecuencia de la carrera costos-salarios-precios, y este aspecto debe ser evaluado cuidadosamente para no ingresar en un corral de ramas que termine dando contra el suelo en poco tiempo el andamiaje de mejoras, que aunque en forma muy desigual, ha contribuido a elevar la calidad de vida de muchos uruguayos.
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