Paysandú, Viernes 16 de Marzo de 2012
Opinion | 16 Mar En nuestro país, y en el resto de los países de la región, ningún proyecto es bueno si su plazo de ejecución excede el del periodo de gobierno. Ninguna obra es buena si el que la va a inaugurar es el que viene. Eso pasa incluso con los presupuestos de gobierno. Se gasta lo más que se puede al final de la gestión para, por un lado buscar captar votos, y por otro --para el caso que el resultado electoral no sea favorable-- dejar poco margen al que ingresa.
La política de campo arrasado parece primar en muchos aspectos, lo que hace que no se tenga una estabilidad política estructural. Los países desarrollados, en tanto, tienen políticas macro o de Estado, que se mantienen de manera independiente al gobierno de turno.
Obviamente, las políticas a largo plazo sufren ajustes por factores tales como las crisis económicas, como la que hoy golpea a Europa y repercute en el resto del mundo.
Pero, al menos, la costumbre es pensar a largo plazo, lo que no ocurre por estas latitudes, en donde somos expertos en políticas cortoplacistas.
Si eso ocurre en los grandes temas nacionales, con mucho mayor énfasis en los temas culturales. La cultura sigue siendo la cenicienta porque se tiene el concepto --equivocado-- de que todo el aparato cultural es gasto.
Ayer mismo, en la apertura de la asamblea del BID que se desarrolla en Montevideo, el bailarín Julio Bocca convocó a Latinoamérica a aprovechar la fase de crecimiento económico actual para impulsar el desarrollo de la cultura y de educación.
Con certeza, el actual director del Ballet Nacional del Sodre, sostuvo que “estamos en un momento en Latinoamérica de crecimiento y tenemos que aprovechar esa oportunidad”. En buen romance, se trata de invertir en cultura, no de gastar en cultura. Esta es un elemento productivo, y es lo que deben comprender los gobiernos a todo nivel, desde las juntas locales y alcaldías hasta el Ejecutivo Nacional, pasando por las Intendencias.
Si se piensa en cultura como inversión, entonces se buscará el rédito. Si se piensa en ella como gasto se pretenderá hacer lo menos posible. Eso lleva a que los generadores de cultura hagan todo a pulmón, ocupando tiempo en buscar el dinero para solventar la producción y no en el arte mismo. Y todo proyecto es a corto plazo.
Julio Bocca habló ayer de “una industria cultural”. Así debe ser. No solamente el turismo es una industria sin chimeneas.
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