Paysandú, Sábado 17 de Marzo de 2012
Opinion | 12 Mar Desde este lunes el Mercosur y la Unión Europea (UE) retomarán sus negociaciones en procura de alcanzar un acuerdo de asociación política y comercial, apuntando a superar los obstáculos que se generaron en el proceso de negociación interrumpido por ponencias extremistas en ambos bloques que llevaron al fracaso de los intentos que se habían generado, en principio con buenas perspectivas.
La XXIV reunión del comité de negociaciones birregionales se celebrará en Bruselas entre este lunes y el viernes, según indicó la Cancillería argentina en un comunicado, el que agrega que la delegación del vecino país será encabezada por la secretaria de Relaciones Económicas Internacionales, Cecilia Nahón, y se prevé que el jueves y el viernes se sume al encuentro la ministra de Industria, Débora Giorgi.
El diálogo entre la UE y el Mercosur, que busca crear la mayor área de libre comercio del mundo, se inició en 1999, pero las conversaciones se congelaron en 2004 y recién se retomaron en mayo de 2010, con escasos avances hasta el momento, a fuer de sinceros. Igualmente, más allá de los encuentros entre los negociadores, muchos expertos indican el mes de junio como fecha clave para el futuro de las conversaciones, teniendo en cuenta que los presidentes de los países del Mercosur y la UE se encontrarán en Santiago de Chile, en el marco de la VII Cumbre América Latina-UE.
Aunque los acuerdos que se negocian incluyen un capítulo de diálogo político y otro de cooperación, indudablemente el central es el referido al comercio bilateral entre los bloques, que es un aspecto en el que en su momento se habían centrado fundadas expectativas de países como Uruguay, que tiene mucho para ganar con una apertura significativa de ese mercado, pero cuya postura aperturista ha tropezado con objetivos muy diferentes en el caso de Brasil, el que además de su proyección comercial ha buscado fundamentalmente favorecer su posición como país emergente desde el punto de vista político y económico.
No puede extrañar por lo tanto que la negociación enfrente situaciones conflictivas en materia de comercio de bienes agrícolas, servicios, inversiones, compras gubernamentales, indicaciones geográficas y disciplinas, en tanto Brasil desde el Mercosur ha apuntado sistemáticamente a potenciarse como el mayor proveedor posible de bienes manufacturados, como es el caso de maquinaria e insumos varios, sustituyendo las importaciones extrarregión de los demás socios del Mercosur.
Tenemos así que mientras el Mercosur aspira a ampliar su acceso al proteccionista mercado europeo de productos agrícolas, la UE quiere una mayor apertura para sus manufacturas y mejores condiciones de negocios para sus empresas de servicios con intereses en Sudamérica, lo que no es visto precisamente con buenos ojos por Brasil, que además tiene presente su objetivo político de jugar en la cancha grande.
Por su lado, el Mercosur reclama además a la UE que acepte un trato especial y diferenciado para sus economías más pequeñas (Paraguay y Uruguay) y reconozca ciertos sectores sensibles del bloque suda mericano. A la vez, a finales de febrero la Comisión Europea (CE) denunció el mantenimiento de barreras al comercio en los países del Mercosur, incluidas las políticas proteccionistas y las restricciones al transporte marítimo o a la exportación de materias primas por Brasil y Argentina.
En el caso de Brasil, la CE denunció la discriminación fiscal a los fabricantes de vehículos producidos en el extranjero y el endurecimiento de los controles de aduanas sobre la importación de textiles, lo que a la vez coincide con su premisa de sustituir importaciones desde afuera del bloque, y ello explica que haya torpedeado sistemáticamente, por acción o por omisión, todo acuerdo con la UE, que a la vez significaría favorecer a los socios más pequeños.
Por cierto que para Uruguay tiene mucho más significado concretar un acuerdo favorable con la Unión Europea que el interés que puedan tener Argentina y Brasil, los que juegan sus propios partidos y a la vez tienen economías de gran tamaño y problemas internos que los han llevado por la ruta del proteccionismo, sobre todo en el caso de Buenos Aires, por lo que resulta muy difícil que los negociadores del Mercosur puedan estar de acuerdo para actuar como bloque, aunque tengan determinados intereses compartidos respecto a los países europeos.
De todas formas, la delegación uruguaya no debe seguirle ciegamente el juego a los dos grandes, y debe hilar muy fino para establecer claramente en este ámbito sus intereses y hasta dónde es posible llevar un frente común sin a la vez afectar a sabiendas sus necesidades de exportación y ampliación del intercambio comercial con países de fuera de la región, para por lo menos ir zafando del encierro regional.
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