Paysandú, Sábado 17 de Marzo de 2012
Opinion | 12 Mar El intendente Bertil Bentos ha movido dos de las piezas de su equipo de gestión, por el método de la destitución y los ha suplantado, en un caso por un recién llegado y en otro por la segunda al mando.
Había anunciado antes de fin de año que iba a realizar cambios entre sus directores, porque no se encontraba conforme con la labor desarrollada por algunos de ellos. No obstante, también dijo que quería tomarse un tiempo para meditar el proceder a cumplir y cuándo llevar adelante los movimientos en el tablero.
Ahora están hechos. Las direcciones de Turismo y de Cultura tienen nuevos directores. Bien, si había que cambiar políticas o si había que ajustar gestión, el primer paso está dado. Pero no es el único, no se trata solo de cambiar personas, se trata de establecer procedimientos que permitan una real mejora en ambas áreas, que es cierto que merecen ser ajustadas, cambiadas, mejoradas, transformadas.
Toda estructura burocrática --y la Intendencia se basa en una-- es pesada y lenta, y no precisamente amiga de quienes quieren llevar adelante cambios claros y concretos. Ese será probablemente el principal escollo con el que deberán lidiar los nuevos directores y, sin dudas, uno de los que complicaron a los retirados.
Las dos direcciones pertenecen al mismo departamento, y ambas se han caracterizado, desde hace varias administraciones, en ser “cenicientas presupuestales”. Ni en turismo ni en cultura se invierte y eso no es secreto. Las administraciones municipales, independientemente de su color partidario, han considerado preferible invertir en otras áreas más tangibles que en el turismo o --mucho menos-- la cultura.
Esta administración no es una excepción. En el caso del turismo, prácticamente toda la inversión proviene del sector privado, dinero sin dudas bienvenido. No obstante, hay inversión pública en ambos centros termales que pierde valor de manera constante y creciente, con moteles en mediocre estado y con servicios casi inexistentes.
En cultura no se ha podido instrumentar una verdadera política cultural mas allá que la de mantener elencos estables --a los que escasamente se usa-- y la enseñanza de algunas disciplinas artísticas. Pero el Departamento de Promoción y Desarrollo dirige en definitiva ambas direcciones, por lo que no puede descartarse que hay parte de responsabilidad en su conducción, ya que tanto el área turística como la cultural han fracasado hasta ahora en lo que se refiere a la gestión.
Esto implica, más que un pedido de que ruede otra cabeza, la necesidad de estructurar el desarrollo de las direcciones desde arriba, porque las asignaciones presupuestales son así asignadas. Pensar que solo cambiando directores se solucionarán los problemas no es acertado, ni ayudará a mejorar el impacto turístico ni el desarrollo cultural del departamento.
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