Paysandú, Lunes 19 de Marzo de 2012
Opinion | 16 Mar Es oportuno traer a colación reflexiones del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis A. Moreno, a propósito del escenario que presenta América Latina en el contexto socioeconómico internacional, sobre todo porque estamos inmersos en la región y Uruguay, con sus propias características, fortalezas y debilidades, encaja en la apreciación general de una región que es dependiente de la exportación de sus productos primarios. Precisamente por este factor se ha visto favorecido por la tendencia de los últimos años en los mercados mundiales.
Pero sin dudas hay una apreciación del jerarca, en conceptos vertidos al diario El País, que creemos corresponde destacar y evaluar en su real dimensión, porque sobre todo considera que la región enfrenta como mayor riesgo la “complacencia”, es decir asumir que estamos ante un escenario poco menos que permanente, en el que nos va a bien, y que por lo tanto lo aconsejable es seguir actuando de la misma forma de cara al futuro.
Este es un aspecto que hemos señalado en más de una oportunidad desde nuestras páginas, porque indica una falla fundamental en cuanto a la visión del escenario mundial y el papel que cumplen Uruguay y la región, que hasta ahora ha sido básicamente el de suministrar materias primas que por ahora se siguen pagando a buen precio, para darle valor agregado en los puntos de destino. Ello naturalmente depende de políticas y poder adquisitivo de los compradores, en un contexto de interrelación comercial que hace que todo esté encadenado y que por ejemplo las compras chinas se relacionan con cuánto les puede vender a los europeos o a Estados Unidos, por lo que basta la falla de un eslabón en esta cadena para que las cosas cambien.
Moreno lo pone en sus justos términos cuando advierte sobre los riesgos de “pensar que como las cosas van bien no hay nada que arreglar. El espíritu de hacer reformas no puede depender de que haya crisis o no, sino que tiene que ser constante. Además está el peligro de tirar plata a los problemas y obligar al Estado a asumir costos insostenibles”.
Profundizó el concepto al considerar que “hay que tener mucho cuidado con la sostenibilidad de pensiones en lo que la gente no contribuye o los de salud que no tienen límite en sus beneficios”, sin olvidar que la región tiene una serie de cuellos de botella en infraestructura, en falta de productividad, en mala calidad de la educación y en la distribución del ingreso, además de la notoria inseguridad ciudadana.
No se trata de escenarios aislados, sino que tienen íntima conexión entre sí, porque forma parte de puntas distintas de un mismo problema, es decir del voluntarismo y la imprudencia en el manejo de los recursos, de seguir viviendo al día y dejar para mañana el atender los serios problemas estructurales que nos hacen vulnerables.
Además de los costos fijos incorporados al Estado debe tenerse presente que la salida de la pobreza de amplios sectores de la población que proclama el gobierno no es una realidad, sino que se están distribuyendo grandes volúmenes de dinero a sectores carenciados en base a políticas asistencialistas, y que por lo tanto este presunto cambio se revertirá tan pronto se interrumpa la asistencia de la sociedad.
Lo señala muy bien Moreno cuando sostiene que las transferencias deben ser condicionadas y que “de lo que se trata es de darles una suma a las familias a cambio de que cumplan ciertas condiciones, como la de impulsar la educación de sus hijos. Ese apoyo no puede ser eterno y de hecho uno de los desafíos que enfrentamos ahora es como graduar a la gente para que entre a las corrientes de la economía formal”.
Una de las respuestas precisamente es mejorar las oportunidades y la calidad del empleo “que todavía es muy precaria en América Latina” y Uruguay no es una excepción, sino que confirma la regla, porque el alto nivel de empleo que exhibe el país se basa trabajos de baja calidad, que suelen desaparecer en un santiamén en cuanto la economía se estanca y mucho más aún si retrocede.
Por lo tanto sería bueno que el gobierno tomara recaudo de los dichos de Moreno, y aún del sentido común, recordando el pasado que como la historia indica, siempre termina repitiéndose, para así evitar tropezar otra vez con la misma piedra.
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