Opinion | 20 Mar La agricultura urbana y periurbana se lleva a cabo dentro de los límites o en los alrededores de las ciudades e incluye los productos de las actividades agropecuarias, pesqueras y forestales, así como los servicios ecológicos que proporcionan. Se estima que unos 800 millones de habitantes de ciudades de todo el mundo participan en actividades relacionadas con este tipo de agricultura, que genera ingresos y produce alimentos.
Una combinación de datos de censos nacionales, encuestas por hogares y proyectos de investigación realizados por la FAO señalan que hasta dos tercios de los hogares urbanos y periurbanos participan en la agricultura. Una gran parte de los productos de la agricultura urbana se destinan al consumo propio, mientras que los excedentes ocasionales suelen venderse en el mercado local.
El crecimiento de la agricultura urbana se debe en parte a su adaptabilidad y movilidad en comparación con la agricultura rural. A medida que las ciudades se expanden, las fronteras entre actividades urbanas, periurbanas y rurales se desvanecen, creando así oportunidades y también riesgos. Uno de éstos es que en los cinturones de las ciudades, donde suele vivir al menos parte de la población más pobre, por motivos socioculturales se han ido perdiendo los conocimientos y las prácticas de esta forma de agricultura, razón por la cual se suele ver muy pocas huertas en asentamientos, por ejemplo.
Buscando rescatar esas prácticas y difundirlas, en la Escuela Granja “Melchora Cuenca” se está llevando adelante un interesante proyecto llamado “Con los pies en la tierra”, impulsado por el Mides con apoyo de Ancap y ALUR, en el que participa una veintena de sanduceros de entre 18 y 60 años, provenientes de las más diversas zonas de Paysandú. En el predio cultivan hortalizas y otros productos hortícolas, crían pollos y otros animales para producir huevos y leche buscando aprender y, a la vez, llevar adelante un emprendimiento autosustentable. El grupo, que además participa en talleres de panificación, envasado de alimentos e informática, próximamente comenzará a producir en cultivos organopónicos, agregando valor a su producción a través de la agricultura orgánica o natural. Sabido es que Uruguay produce más alimentos de los que consume, sin embargo, no toda la población tiene acceso a una dieta balanceada y saludable. Este tipo de emprendimientos, además de facilitar el acceso a ellos, representa una oportunidad para la recuperación de saberes y prácticas de producción que no requieren grandes espacios para desarrollarse e implican una mejora en la calidad de vida.