Paysandú, Jueves 22 de Marzo de 2012
Opinion | 15 Mar La relación con nuestros hermanos argentinos, sobre todo a partir del centralismo de que hace gala Buenos Aires --por supuesto Montevideo es una contraparte muy similar en esta orilla-- dista de ser la más fluida, no solo desde el punto de vista del intercambio comercial.
Por ser muy benignos con el término, se nos ocurre calificar esta postura como de gran imprevisibilidad, pero evidentemente para quienes sufren el impacto directo de las decisiones el concepto es mucho más radical, puesto que debido al cierre de ese mercado hay fábricas que han enviado personal al Seguro por Desempleo y hasta cerrado sus puertas con el consecuente saldo de pérdida de puestos de trabajo, en tanto otras subsisten a duras penas hasta tanto puedan encontrar mercados alternativos.
Pero no se trata solo de la relación comercial, sino de las trabas que recurrentemente surgen en los pasos de frontera para generar la integración por la que han luchado generaciones de entrerrianos y uruguayos, sobre todo de la zona Litoral, y así nos encontramos que mientras hay facilidades para el contrabando hormiga y del otro, que causa serios perjuicios en la actividad comercial de este lado del río, por otro lado sobran las dificultades para agilizar el cruce en los temas que realmente importan y que van de la mano con el desarrollo y la complementación que en diversos órdenes motivaron en su momento la lucha por la construcción de los puentes binacionales.
Recientemente se celebró en Paysandú una nueva reunión, una de las tantas en las que autoridades de ambas orillas trataron de encontrar consenso y disposición para allanar trabas en el cruce, en este caso a través del encuentro del Comité de Integración Paysandú - Colón, en una extensa jornada de sesión en que no se pudo fijar un cronograma preciso para la implementación de la Tarjeta Vecinal Fronteriza (TVF), que quedó en que se concretará a “la mayor brevedad posible”.
El punto es que como en tantas otras ocasiones y temas, hay manifestación de “voluntad política” de ambos gobiernos para llegar a realizaciones, pero el tiempo pasa y los hechos desmienten los enunciados. No es además la primera vez en que los mandos medios y la burocracia torpedean sistemáticamente lo que incluso los mismos presidentes han decidido y firmado en más de una oportunidad, por lo que a esta altura nada puede ya sorprendernos, por más que sea comprensible que “en caliente” el propio intendente Bertil Bentos haya señalado que si no se dan avances, abandonará el comité de integración.
Abandonar este o cualquier otro grupo de trabajo no es alternativa real, porque es lo que hay, y sea cual sea el ámbito en el que se trate de dilucidar las diferencias y buscar acuerdos, por mejor grado de avance que se tenga, siempre se tropezará con el obstáculo de que hay que depender del nivel más alto, incluyendo las cancillerías, y además, cuando se “bajan” las decisiones para su cumplimiento, aparecen los problemas: el “sellito” o la norma que no se tuvo en cuenta, la falta de personal, de sistema informático, de condicionamiento burocrático aquí y allá, que conforman el nudo gordiano con vívale que infinitas veces habremos de chocar.
Lamentablemente, esta es la constante y no la excepción, y por eso estamos como estamos. Pero, en fin, no todo es negativo en nuestra relación con la Argentina, pese a la burocracia y el centralismo, y tenemos así que en estas horas hemos asistido en la sede de la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) a un hecho histórico, como lo es la apertura de la licitación para la elaboración del proyecto de dragado y balizamiento del río Uruguay desde el kilómetro cero (Punta Gorda) hasta el kilómetro 187,1, incluyendo el canal de acceso a Concepción del Uruguay y los canales hasta el kilómetro 206,8 del puerto de Paysandú. Este alentador proceso sigue a la reapertura del puente Fray Bentos - Puerto Unzué, tras el largo y triste diferendo por la planta de celulosa, que fue un factor que sin dudas afectó seriamente el avance en la integración, y es de esperar que en esta relación en la que a una mano de cal le sigue una de arena, ambos pueblos encuentren gradualmente el destino común que les corresponde como legado histórico, por más burocracia y chacras de poder que pretendan seguir interponiéndose en el camino.
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