Paysandú, Viernes 23 de Marzo de 2012
Locales | 18 Mar Antel... ¿de todos los uruguayos?
Para los usuarios que el miércoles 14 concurrimos a realizar trámites a las oficinas locales, pensamos que Antel es de los funcionarios. En mi caso, llegué a las 14.50 y --como corresponde-- saqué el número para realizar el trámite que necesitaba.
La sala de espera estaba colmada de personas y vi que había dos funcionarios en los escritorios para la atención al público --un señor y una joven-- por lo que pregunté a una señora si solamente había dos personas atendiendo. Me respondió que en ese momento se habían levantado los otros. Era notorio que quienes esperaban estaban muy molestos por la enorme lentitud con que se atendía.
Luego llegó otro funcionario y todos nos alegramos pues ahora ya había tres. A las 16, retiraron los números --algo que consideré lógico-- pues la atención es de 9 a 17. Grande fue la sorpresa de todos cuando de pronto vimos que se levantaron los funcionarios, excepto el señor que estaba desde el comienzo.
Pensé que si nos tenían que atender a todos, se tomarían unos minutos para descansar, pero pasaban los minutos y nadie volvía a su lugar de trabajo.
De pronto, una joven que esperaba junto a su abuela comenzó a llorar porque había solicitado tres horas en su trabajo --las cuales ya habían pasado-- y no había sido atendida. Con ese maravilloso ímpetu de los jóvenes, se levantó y se acercó a la puerta donde estaba la encargada y planteó su situación. Todos los que estábamos aplaudimos la valentía de esta chica.
Esperamos unos minutos pero todo seguía igual, nos levantamos --los que quedábamos, porque muchos se fueron sin realizar su trámite-- y fuimos también a hablar con la encargada quien nos manifestó, muy molesta, que siguiéramos esperando, que ya seríamos atendidos. Debo aclarar que el funcionario que desde que llegué estaba atendiendo, seguía sentado en su escritorio trabajando como correspondía.
La espera continuó, el fastidio y el enojo de todos iba creciendo. De pronto se abrió la puerta y aparecieron una señora, un joven y una chica. Recorrieron las computadoras de los escritorios como queriendo demostrar que algo pasaba en el sistema.
Luego se fueron nuevamente y al final volvió a entrar la chica y comenzó a trabajar como correspondía. Yo fui atendido; no sé qué pasó con los demás. Lo que puedo decir es que cuando salí, eran las 16 y 50.
¿Qué pasa con Antel? Quizás debería preguntar qué pasa con algunos de sus funcionarios. Pues el que estaba cuando llegué, seguía firme en su tarea cuando me fui.
Mi reflexión como usuario es la siguiente: Antel puede disponer de nuestro dinero celebrando los 100 años de Atlántida con 200 mil dólares para la actuación de los Olimareños, darse el lujo de realizar los mejores diseños en sus propagandas para su promoción, efectuar los recargos que tienen estipulados si algún usuario se atrasa en el pago de su factura, en la mayoría de los casos porque su humilde salario no le alcanza, etcétera.
Como contrapartida, ¿podrían atender mejor a sus clientes? No olviden, señores funcionarios, que sus sueldos salen del dinero que nosotros aportamos y que el monopolio que posee Antel, en lo que refiere a la telefonía celular, ya no es el mismo.
¡Cuidado, no jueguen con la gente! Por favor no sigan con el eslógan de la excelente gestión; realicen una evaluación honesta y sincera. Usuario desconforme
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