Paysandú, Viernes 23 de Marzo de 2012

Estupor mundial

Opinion | 19 Mar La noticia causó conmoción no solo en nuestro país sino a nivel internacional. En las últimas horas se supo que dos enfermeros fueron detenidos como presuntos autores de al menos 50 muertes en los CTI del sanatorio Asociación Española y del Hospital Maciel en Montevideo, aunque se afirma que las muertes podrían llegar a 200.
Los hombres, de 49 y 36 años y con larga trayectoria laboral, aparentemente no tenían relación entre sí y los casos quedaron al descubierto tras algunas muertes consideradas dudosas. Obviamente, al ser interrogados adujeron “causas humanitarias” pero la cantidad de muertes da por tierra con esa afirmación, y además nuevos indicios revelan que muchos de los asesinados no estaban en condición terminal.
Sin duda, hay que destacar a los enfermeros como grupo de personas que cuida de la salud de la población y en todos los rincones del país pasan horas y horas en su humanitaria tarea y regresan a sus casas con la satisfacción de haber hecho todo lo posible por preservar la vida de sus semejantes. No obstante, sorprende que no es este el primer caso de enfermeros que se obsesionan con la muerte y se aprovechan de la vulnerabilidad del paciente. Se recuerdan terribles ejemplos en muchas partes. El de Charles Cullen, que mató en varios hospitales de New Jersey a 40 personas; el del brasileño Edson Isidoro Guimaraes que mató a más de 100 pacientes; el de Donald Harvey, que en Estados Unidos mató a unos 50 pacientes; el del alemán Stephan Letter, quien mató a 29; el de la francesa Christine Malèvre, con 30 muerte de pacientes terminales; el de Arnfinn Nesset, enfermera noruega que envenenó a 29 pacientes de un geriátrico; y el de los los ángeles de la muerte de Lainz, cuatro enfermeras vienesas que admitieron haber asesinado a 49 pacientes en un hospital de Viena.
¿Qué lleva a esta locura criminal? Ninguna respuesta puede ser simple, pero probablemente la convivencia diaria con la muerte los lleve a restarle importancia, y matan convencidos de que así liberan a sus pacientes del sufrimiento. O quizás no puedan admitir que se haga todo lo posible para mantener con vida a quienes parecen estar muriendo. El estupor es absoluto. Lo primero que puede decirse es que hay que obligar por ley a todos los centros médicos a reportar errores serios. Al mismo tiempo, se hace imprescindible una evaluación más extensa antes de contratar empleados, y una periódica posteriormente de todo el personal que esté en contacto con pacientes terminales.


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