Paysandú, Jueves 29 de Marzo de 2012
Opinion | 28 Mar En las últimas horas calles céntricas capitalinas fueron “copadas” por una protesta de gremios que no estaban protagonizando reclamos por reivindicaciones salariales contra sus empleadores o gobierno, sino que han hecho causa común en defensa de sus fuentes de trabajo, en este caso afectadas por medidas adoptadas por la Argentina contra productos uruguayos, que están impedidos de ingresar a ese mercado.
La situación ha llegado a este grado cuando hay un millar de trabajadores afectados que se encuentran en el Seguro por Desempleo, y con escasas miras de ser reintegrados en el corto plazo, porque Argentina a la vez está defendiendo el trabajo dentro de sus fronteras, buscando mantener un superávit comercial que le permita paliar la falta de crédito externo que padece por haberse declarado en default hace una década.
Estamos por lo tanto ante la consecuencia de medidas proteccionistas, que a la vez hacen que los afectados sientan la tentación de pagar con la misma moneda, lo que sería suicida en un país como Uruguay, que depende de su apertura al mundo.
Paralelamente, voceros de las empresas nucleadas en la Cámara Industrial de Alimentos (Ciali), dijeron que “se olvidaron” de exportar a la Argentina como resultado de las trabas comerciales, por lo que están perdiendo una facturación de entre tres y cuatro millones de dólares anuales, aunque el canciller argentino hipócritamente reafirma que la “Argentina ha importado más que nunca” y que no está aplicando medidas proteccionistas contra ningún país del mundo.
De acuerdo a lo manifestado al matutino Últimas Noticias por el presidente de la Ciali, Juan Pedro Flores, los industriales de la alimentación estaban exportando a la Argentina entre tres y cuatro millones de dólares al año, hasta que la administración de Cristina Fernández comenzó a distorsionar el flujo comercial hace unos dos años. Tales valores contrastan con la situación actual, “donde ya no podemos exportar” y a la vez acotó que muchos empresarios del sector decidieron dejar de realizar inversiones en Uruguay, como consecuencia de las malas perspectivas. A la facturación mencionada deben a la vez agregarse otros valores, “por ejemplo, de empresas de transporte y otros servicios que también forman parte de la cadena de exportación”.
Ante el cierre de ese mercado, que absorbía la mayor parte de esta producción, los empresarios cuentan por ahora solo con el mercado local para colocar su producción, pero a la vez el escenario se les complica porque existe una fuerte competencia de productos similares que se importan desde la Argentina, en este caso sí en forma abierta.
Al que no quiere caldo, dos tazas, dice el refrán, y nunca mejor aplicado que en este caso, porque la industria del alimento no solo no puede exportar a la vecina orilla, sino que a la vez es desalojada del mercado interno por productos argentinos a los que no se les pide licencia de importación ni nada que se les parezca.
Este escenario complejo se da en el ámbito del Mercosur, que solo existe en los papeles, lamentablemente, porque a los problemas ya crónicos se les han agregado los inherentes a las posturas proteccionistas de Brasil y Argentina, sobre todo de esta última, ante las dificultades que se han dado por la incertidumbre internacional debido a la crisis europea y sus propios problemas económicos.
No puede obviarse que la desilusión con el Mercosur ha tenido su punto de inflexión en 1999, cuando sobrevino la maxidevaluación de Brasil, pero la vez las negociaciones con otros bloques, como la Unión Europea, no han registrado el mínimo avance, mientras Chile, por su cuenta, logró suscribir un tratado de libre comercio con el Viejo Mundo. Ello indica que uno de los fundamentos manejados para integrar el Mercosur, que era la necesidad de integrar un bloque comercial para negociar con otros, ha quedado absolutamente desvirtuado por los hechos, por cuanto los socios mayores, en este caso fundamentalmente Brasil, no tiene ningún interés en integrar acuerdos de bloques cuando su objetivo es hacerlo por su cuenta, jugando en la cancha grande en base al tamaño de su economía.
Estos objetivos no concuerdan con los de Uruguay, que no puede darse el lujo de cerrarse y perder mercados dentro y fuera de la región por ataduras a las que nos someten nuestros vecinos y que ni ellos mismos respetan.
Pero entre romper con el bloque y el “más y mejor Mercosur”, el Uruguay debe tener una conducta pragmática, manteniéndose dentro de él —puesto que aún dependen muchas empresas-- al mismo tiempo comenzar una búsqueda activa de tratados comerciales bilaterales con otros bloques y países, de forma de no seguir perdiendo tiempo, para efectivamente tener una inserción internacional desprovista de prejuicios e ideologías.
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