Paysandú, Sábado 31 de Marzo de 2012
Opinion | 31 Mar Casi un 14 por ciento de las personas se encuentran por debajo de la línea de pobreza en Uruguay. De acuerdo a los datos divulgados recientemente por el Instituto Nacional de Estadística (INE), surge que se ha llegado a una reducción de 4,9 puntos porcentuales en este índice respecto al que se daba en 2010, por lo que de atenernos exclusivamente a los números, tendríamos que la pobreza en los hogares uruguayos tuvo en 2011 el descenso más importante en tres años, al situarse en el 13,7 por ciento de la población, en tanto la caída más pronunciada se había dado en 2008, cuando se pasó del 30,5 por ciento al 22,4 por ciento ese año, revela el citado instituto.
Según el organismo oficial, de cada mil personas, 137 no supera el ingreso mínimo para cubrir las necesidades alimentarias y no alimentarias básicas, por lo que hoy en día existen cerca de 450.000 personas que no ven satisfechas sus necesidades básicas, lo que representa una reducción de unas 163.000 personas respecto a 2010.
Otros indicadores sociales medidos por el INE también registraron mejoras durante 2011, si se tiene en cuenta que la indigencia también continuó la tendencia a la baja y se redujo a la mitad en el último año, al punto que de cada mil personas cinco no superan el ingreso mínimo previsto para cubrir las necesidades alimentarias básicas, lo que indica un total de unas 16.300 personas en todo el país.
Es decir que estamos ante cifras alentadoras si reducimos el análisis a los números oficiales, de los que sin embargo no surgen en este informe datos valederos sobre la metodología que oriente sobre cuales han sido las causas de esta mejora en el contexto socioeconómico de miles de familias en todo el país.
Estamos igualmente ante elementos que siempre dan margen para la polémica, por cuanto las cifras de porcentaje de pobreza y distribución de la riqueza se sitúan en valores similares a los que se daban a principios de los 90, y por supuesto, con mucho mejores parámetros que los que tuvimos en la crisis de 2002, que fue seguramente la mayor de los últimos cincuenta años. En consecuencia, en gran medida recién se estarían recuperando valores que tuvimos hace casi veinte años en el Uruguay, con un escenario internacional que sin embargo entonces no era tan favorable como el de hoy.
Pero fundamentalmente en lo que respecta al análisis, hay mucho paño para cortar y factores a tener en cuenta. Como primer elemento, tiene notoria incidencia la reactivación de la economía que se dio tras la crisis de 2002, de la mano de un contexto internacional favorable en demanda y precios de los productos que exporta el país, que hace que el tejido socioeconómico nacional se nutra de recursos adicionales y por ende se dé un derrame de dinero sobre todos los sectores, aunque sin que todos se beneficien de la misma forma.
Por otro lado, las mediciones que efectúa el INE refieren a períodos de tiempo efímeros, como cuando se mide el desempleo y se considera empleadas incluso a personas que han hecho “changas” en determinados lapsos previos a la medición, lo que por supuesto está muy lejos de que esa persona pueda considerarse “empleada” en el concepto que el ciudadano común le da al término.
Ello indica que el abatimiento de índices de pobreza, con ser un parámetro favorable, debe relativizarse, especialmente si se tiene en cuenta que a partir del gobierno de Tabaré Vázquez se están instrumentando planes asistenciales, como es el caso del Panes, por el que todos los ciudadanos ponen de su bolsillo para asistir a vastos sectores de la sociedad, a los que prácticamente no se demanda contrapartida en trabajo, y que si embargo en la medición se considera que han salido de la pobreza o indigencia.
Ello no es ni cerca de ser así, porque esa mejora depende exclusivamente de la asistencia y no de un trabajo o situación sustentable, por lo que lamentablemente la familia en cuestión pasará inmediatamente a estar debajo de la línea de pobreza tan pronto se llegue a cortar la asistencia que le transfiere toda la sociedad a través del Estado, por la circunstancia que sea.
La forma de salir de la pobreza que puede considerarse como tal se da únicamente a través del empleo estable o de una actividad sustentable para mantener al núcleo familiar, a lo que debería agregarse la educación, la capacitación y la salida de la marginación. Ello solo puede darse con políticas proactivas, que tiendan a generar condiciones para esta sustentabilidad, de lo que aún estamos lejos, más allá de lo que digan los números, según surge de la realidad que vivimos a diario.
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