Paysandú, Lunes 02 de Abril de 2012
Locales | 28 Mar Juan Antonio Rodríguez Iglesias, hijo de Teodoro Rodríguez y Ana Iglesias, el mayor de cuatro hermanos que le siguen: Teodoro Claudio, Blanca Nieves y Ana María, mellizas quienes hace mucho tiempo están radicadas fuera de Paysandú. Nos comenta la particularidad que “Blanca Nieves, maestra, dio clases en la Escuela Argentina de Montevideo y después que se jubiló se puso a estudiar junto a unas muchachas sanduceras y se recibió de abogada. Pero eso no fue todo porque también obtuvo el título de escribana”.
Recuerda que “mi familia no es de origen sanducero, aunque yo me reconozco como ‘sanducero de alma’ pese a ser hijo adoptivo de Paysandú. Mi padre nació en Florida y mi madre en Montevideo, hija de españoles, llegando a Paysandú ya casados en 1933. El no estaba muy de acuerdo con la dictadura de entonces y había entrado como funcionario de Aduana en Dolores pero desde allí (seguramente para molestarlo) lo mandaron dos años a Mercedes y luego a Paysandú. De acá lo quisieron mandar al Chuy, pero logró que no lo enviaran por lo que quedamos aquí”.
Juan Antonio está casado con María del Carmen Gentile, tienen dos hijos, Catalina que actualmente está radicada en Dinamarca y Sergio en Suecia, les han dado tres nietos: Elías, Juan Eduardo y Saura Liv. Rememora de su infancia: “Con la escuela me pasó un ‘caso curioso’, ya que la inicié en la Nº1 que estaba en 18 de Julio casi Carlos Albo, nosotros vivíamos en una casa alquilada en Leandro Gómez entre Libertad y Daymán (hoy Silván Fernández) frente a una cochería de ‘pompas fúnebres’. Como a mi padre lo trasladaron al resguardo de Nuevo Paysandú yo seguí en la Escuela Nº13 como tres años y por la normativa de aquella época (escuela suburbana hasta quinto año) tuve que arrancar de nuevo en primero. Pero eso no fue todo porque en un nuevo traslado al resguardo de Paso Vera tuve que ir a la Escuela Rural de Casa Blanca (tenía hasta cuarto año) y entonces volví a segundo año. A mi padre finalmente lo trasladaron al resguardo Puerto Norte, donde hoy es la rampa del CRP, desde cuyo lugar oía los motores de la usina eléctrica (piscina actual) en que estaban las máquinas instaladas por don Martín Etchebarne para dar luz a Paysandú por vez primera a principios del siglo XX”.
Como guarda de Ómnibus
Juan Antonio nos comenta que “al final la escuela la terminé en la Nº1 que ya se había mudado al local de Avenida Brasil e hice sexto año para pasar a la Escuela Industrial. Pero ocurrió que en las siguientes vacaciones un amigo me sugirió que pidiera trabajo como guarda de ómnibus de ‘La Sanducera’ y me dieron en febrero de 1943 con un poco más de 14 años (soy nacido en julio de 1928), lo que me permitió tratar con varios muchachos que iban al CRP a practicar el remo. La cuestión es que estuve en ese trabajo hasta diciembre del 46, cuando no me otorgaron un franco para ir a la Isla Caridad; dejé el empleo por el que cobraba 30 centésimos por hora (6 centésimos costaba el boleto de la Estación de AFE hasta la Plaza Constitución y 8 centésimos de la plaza hasta el puerto). En esos años y con la edad juvenil siempre estaba contento porque agarraba unos pesitos que servían”.
En forma coincidente con su decisión, se estaban haciendo los concursos para ingresar a la construcción de la planta de alcoholes de Ancap en Nuevo Paysandú y “así fue que el 13 de enero de 1947 entré a trabajar de peón, a pico y pala, que creo fue una suerte porque me dio fuerza para la práctica del remo que ya realizaba. El jefe era el ingeniero Juan Ángel Astiz Conforte y con él colaboraba en lo técnico el arquitecto Juan Martis, los ayudantes Orlando Pignata, Eduardo Verocay, Jorge Casaretto y otras personas. Me quedé de peón durante un tiempo y si habrá cambiado la mentalidad de todos, porque así como se trabajaba a pico y pala, en nuestra casa se dormía afuera cuando hacía calor y las llaves del zaguán casi que eran decorativas o no se usaban”.
Londres y Dibujo técnico
Nos cuenta que “en abril del 48 participé de una regata del Litoral con Waskmann y el ‘Vasco’ Elizalde como timonel en el dos remos largos, que después no existió más. El profesor Wilfredo Raymondo que había venido a observar la competencia, al ver el cambio físico que había tenido, me pidió que corriera en single cadetes y gané, por lo que luego nos juntó con William Jones con quien ganamos la selectiva para ir a las Olimpíadas de Londres de ese año”. La historia laboral la retomó con una reflexión (no dice de quién) ya que al volver con la medalla de plata de esos juegos olímpicos, “alguien dijo ‘cómo lo vamos a mandar de nuevo a la zanja a este muchacho que estuvo en Londres’. Por lo que me mandaron a estudiar un poco lo que sería el proceso de la destilería de alcoholes, coincidiendo con la realización de la Exposición Industrial de 1948 en el puerto. Como tenía conocimientos de dibujo técnico, sabiendo lo que era una regla ‘T’, los compases, escalímetros y todos esos elementos, me sometieron a prueba que salvé, quedando con el debido nombramiento hasta 1970. Luego de eso apareció el montaje de la fábrica de portland, cuando se hizo un llamado a funcionarios interesados y aunque pasaba por poco los 40 años de edad, me permitieron entrar en el concurso. Como sabía manejar el teodolito y otros instrumentos saqué el puntaje suficiente, por lo que pasé a dicha área y anduve haciendo las mediciones para el montaje de la cinta que alimenta los molinos, los puentes grúa, la alineación de los rieles de 180 metros de largo y en cuanto al zanjeado tenía gente a cargo, algo así como un capataz”.
Luego de que la fábrica de portland comenzara su producción “fui uno de los encargados de turno --junto a Eduardo Dounne-- trabajando doce horas cada uno, lo que era muy bravo. Más adelante al hacerse planillas-turno estuve como jefe en uno de los cuatro turnos que había, hasta que un día el ingeniero Parodi, principal de la planta, me llamó a su escritorio y me dijo: ‘A Ud. no lo preciso más de jefe de turno’ y yo pensé ‘me querrá echar’. Pero me dijo, ‘yo quiero que se venga a la Oficina Técnica para programación’, porque me defendía en todo lo que era el proceso del portland, seguramente porque todo lo hice (como en el deporte) con mucho gusto”.
“La cuestión es que pasó algún tiempo y nuevamente me volvió a llamar a su despacho. ‘La verdad que tampoco lo quiero ahí, mire; voy a elevar el pedido al directorio de Ancap para que sea jefe de fábrica, Ud. se ha comportado bien y entonces espero que todo resulte bien’. Así fue, estando unos nueve años más en Portland, hasta que me jubilé en setiembre de 1988, ya que en julio había cumplido los 60 años”, agrega Rodríguez.
Un remero brillante, ganador de títulos para el deporte uruguayo como el Campeonato Sudamericano de Brasil, olímpico en Londres en 1948 y Helsinsky en 1952, pero sin lugar a dudas obtuvo una invalorable “medalla de oro” conquistada tras más de cuarenta años de trabajo noble y consecuente.
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