Opinion | 30 Mar De pronto, casi sin saberlo ni darnos cuenta, podríamos ser atacados desde Argentina por un grupo de izquierda que después de 30 años de terminada la Guerra de las Malvinas ha caído en la cuenta que en aguas del Uruguay hay un botín que podría considerarse “de guerra”. Como si se les hubiera aparecido el fantasma alcoholizado de Galtieri, el grupo `Quebracho´ quiere “devolver” la bandera argentina a un buque al que consideran “héroe de guerra” y que durante el conflicto con Inglaterra participó en tareas de apoyo a la flota naval como barco hospital, hasta que fue capturado por las fuerzas inglesas.
El buque se llama hoy “Audax II” --“Yehuin” en aquellos años--, tiene ahora bandera uruguaya y cumple servicio para la empresa naviera Christophersen. Está afectado al transporte de defensas neumáticas para que dos buques puedan abarloarse en alta mar.
Vaya casualidad, curiosidad o providencia, la amenaza de ataque se conoció casi de manera simultánea al anuncio de que un grupo de empresarios uruguayos está interesado en exportar a las Falkland Islands (sí, en inglés, porque aunque a los argentinos no les guste, las “Malvinas” aún son inglesas) y que a tales efectos saldrá un avión con mercaderías, en viaje testigo, el venidero 13 de abril.
Ni el mismísimo Galtieri anunció a los británicos su ataque del 2 de abril de 1980, pero el Movimiento Quebracho --alianza política y social que nació en 1996 en Argentina uniendo organizaciones de extrema izquierda-- si lo hizo en esta oportunidad, precisamente cuando el canciller Luis Almagro aseguró que el gobierno uruguayo no pensaba oponerse a que empresarios nacionales vendan productos a los isleños, porque apoyar el bloqueo sería “violatorio a los derechos humanos de los habitantes de esa isla y lo mismo que decimos para Cuba, lo decimos en este caso”.
Son precisamente este tipo de actitudes las que siembran desconfianza entre dos naciones hermanas, del mismo modo que hubo y hay sospechas (y más) que el prolongado bloqueo al puente Fray Bentos-Puerto Unzué tuvo apoyo desde el gobierno de Néstor Kirchner. Y más allá de las sonrisas y los abrazos entre “el Pepe” y “la Cristina”, queda claro que la Presidenta argentina también es afecta a aquello de “como te digo una cosa te digo la otra”.
Uruguay debe vender sus productos a quien los compre. Si desde las Falkland Islands hay demanda, pues simplemente hay que satisfacerla. No hay razón para que no se obre así. Mal que le pese al gobierno argentino, que a la hora de firmar las trabas a las importaciones uruguayas no le tembló el pulso.