Paysandú, Viernes 06 de Abril de 2012
Opinion | 05 Abr Como si al país le faltaran problemas, nuestros propios gobernantes se encargan, más seguido de lo que podríamos admitir, de demostrar su falta de respeto y desubicación hacia sus conciudadanos. A veces pareciera que tener cámaras y micrófonos a disposición les hiciera olvidar que ocupan el lugar donde están porque mucha gente confió en su capacidad y responsabilidad y que justamente eso es lo que les pide en cualquiera de sus ámbitos de acción.
Tanto un presidente que responde “no sea nabo” a un periodista cuando le pregunta algo de lo que no quiere hablar --sólo por citar alguna de las “salidas” más groseras con las que José Mujica suele despacharse ante los medios-- como el ataque público del ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro, hacia nada menos que Jesucristo, evidencian no sólo una total desubicación sino también una enorme falta de respeto hacia los demás.
¿Cómo es posible que la máxima autoridad pública de un país, así como uno de sus secretarios de Estado traten de esa forma a otro ser humano e inclusive a la fe de las personas que creen en un Mesías y la verdad que viene en Él?
Pero también podríamos preguntarnos cómo es que los cristianos de este país aún no han reprobado pública y duramente las palabras de un ministro que por hacerse el chistoso --o vaya a saber por qué motivo-- se refirió a Jesús como “el flaco ese, que lo crucificaron por gil, porque se pasó predicando el perdón”. Tiene suerte el ministro que en este país no existen fanatismos religiosos.
Independientemente del conocimiento que pueda tener de la importancia histórica y religiosa de Jesucristo un ministro que hizo la Primaria en el Colegio de los Hermanos Maristas, de las creencias, la fe o la falta de ellas que pueda tener como ser humano, resulta inadmisible que se exprese públicamente de esta forma.
Para ser éste un país que respeta todas las religiones los dichos del ministro no sólo llaman la atención sino que constituyen una afrenta para muchos de sus conciudadanos que más allá de su fe o credo religioso ven de muy mala manera que alguien menoscabe valores tan importantes como la tolerancia y la libertad religiosa.
Este es un país que también ha consagrado la libertad de expresión pero todo tiene un límite y ese límite es el respeto a los demás. Por la investidura de quien ha provocado esa ofensa y por lo que ella significa, ya debería al menos haber dado una disculpa pública porque esto no es una simple salida de protocolo, sino que representa la carencia del más mínimo sentido de respeto y ubicación.
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