Paysandú, Sábado 07 de Abril de 2012
Opinion | 02 Abr Hace pocos días se realizó en el aeropuerto internacional “Tydeo Larre Borges” un simulacro de accidente aéreo, que involucró a unas 40 personas y puso a prueba a los servicios de emergencia de la ciudad, que salvo sus principales directores no estaban al tanto del mismo, por lo que fueron tomados tan por sorpresa como golpea la realidad.
La mayoría de los sistemas funcionaron correctamente. El Destacamento de Bomberos estuvo en 11 minutos en el aeropuerto, partiendo desde el centro de la ciudad; llegó la Cruz Roja poco después y la Policía algo más tarde.
No obstante, las ambulancias no fueron alertadas hasta media hora después, lo que hizo que desde el momento del supuesto accidente hasta la llegada de las emergencias móviles pasaron 38 largos minutos, fatales en una situación real.
El sistema de emergencia indica que cuando hay un accidente se debe llamar al 911 (en Paysandú 472 911) y es este el que se encarga de alertar a los servicios que sean necesarios. Si un sistema de emergencia médica no recibe el alerta del 911 no puede trasladarse al lugar, de acuerdo a las disposiciones vigentes, que además exigen que primero llegue la Policía, determine la gravedad de los heridos, establezca el perímetro de seguridad y alerte nuevamente al 911 pidiendo la presencia de ambulancias.
En el caso del simulacro del aeropuerto esto no funcionó tal cual establece el protocolo de procedimientos. Más allá que se contó con la ventaja de que se trataba de un simulacro, no de una situación real, de todos modos no deja de preocupar esta falla en las comunicaciones, que por otra parte afecta a los accidentes reales que día a día ocurren en la ciudad. En los accidentes pasa algo simular. La que llega último y bastante tiempo después es la ambulancia. Y si las emergencias móviles pudieron ir desde la ciudad de Paysandú al aeropuerto en 8 minutos, es obvio que pueden llegar en menos a muchas partes de la propia ciudad.
Lo que falla --de nuevo y todos los días-- es el protocolo de procedimientos, no el plan en sí mismo sino su aplicación. Y si esto ocurre frecuentemente y además quedó en evidencia en el simulacro del aeropuerto, las autoridades respectivas no pueden y especialmente no deben seguir mirando hacia otro lado, sino tomar rápidamente las medidas que correspondan para modificar aquello que deba modificarse.
Cuando se llama al 911 es ante una situación de emergencia y cada instante cuenta. Unos minutos pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte. Ese es un precio demasiado alto, que no debe pagarse, especialmente porque los sistemas de emergencia están siempre en alerta. Hay que coordinar, y hay que hacerlo ahora. La vida de cualquier sanducero puede verse en peligro hoy, mañana o pasado.
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