Paysandú, Lunes 09 de Abril de 2012
Locales | 08 Abr El jueves venidero, con una recepción exclusivamente por invitación, se inaugurará La Pulpería, el nuevo restaurante de Casa Blanca, que propone un estilo novedoso en la gastronomía pero especialmente en la aproximación cultural al privilegiado entorno. Desde el viernes 13 y por 33 días, los almuerzos también serán exclusivamente por invitación en tanto la cena será abierta a todo público. Pasado ese período de tiempo, el restaurante quedará definitivamente abierto a todo público.
Una vieja casona fue refaccionada prácticamente en su totalidad, incluyendo su techo, la afirmación de las paredes, nuevos pisos y construcciones secundarias. Ahora, manteniendo una aspecto muy acogedor, se apresta a brindar una experiencia. “Lo que pretendemos es que el visitante se entregue a nuestra propuesta, se deje llevar y la disfrute plenamente”, comentó Eugenio Schneider, impulsor de este nuevo concepto en restaurantes, que deja de lado el grupo de profesionales a la espera de los comensales y lo cambia por un grupo de profesionales dedicados a tareas relacionadas con el restaurante. Un invernáculo, tres hectáreas de bosque y una quinta serán atendidas por ese equipo. “Allí se cultivarán hortalizas, legumbres, todo tipo de verduras que se usarán luego en el restaurante, así como aves de corral. Entonces, el equipo siempre tendrá trabajo, aún si no hay comensales. Estará en sus tareas diarias. Ahora, cuando llegan comensales, se interrumpen y la total dedicación va a los amigos que lleguen y que seguramente se encontrarán con una propuesta muy diferente”.
EL ESTILO BOUTIQUE
En síntesis, se trata de lo que se denomina restaurante-boutique, concepto con el que se denomina a lugares con entornos íntimos, generalmente lujosos o no convencionales y emplazados en antiguas casas. Se diferencian por ofrecer una clase de servicios e instalaciones excepcionales y personalizadas. Generalmente están ambientados con una temática o estilo particular.
Son restaurantes únicos con personalidad propia, de diseño y sofisticación inigualables, donde cada elemento se piensa para el confort de quienes los visitan. Generalmente se encuentran ubicados en mansiones históricas o edificaciones con gran valor arquitectónico, que fueron reacondicionadas para brindarle al cliente todas las comodidades y servicios propios de los restaurantes más exclusivos. Se caracterizan por ofrecer una oferta gastronómica exclusiva que se presenta como la principal del establecimiento. Poseen una cuidada cocina creativa con influencia internacional, degustación de diferentes estilos culinarios y una variada selección de vinos.
DESDE EL LIMBO AL GHETTO
Al ingresar los clientes llegarán a la recepción llamada Limbo. Allí una vieja cocina de hierro fundido es la mesa usada por la recepcionista que explicará en detalle la propuesta y las posibilidades, que son diversas. Desde la entrada se podrá observar un enorme vitral, obra del artista Víctor García Góngora, nacido en Almería, España y que reside en Uruguay.
Luego, los clientes podrán pasar al ala principal del restaurante, El Claustro, reservado para adultos, pues los niños tienen su propia sala exclusiva. Tampoco se permiten en este salón grupos, que tienen asimismo un espacio exclusivo. El Claustro tiene 33 lugares distribuidos en mesas de dos, tres, cuatro y una de hasta ocho comensales. La característica es que todas las mesas están colocadas de tal manera que los mozos no tienen que desplazarse entre ellas, evitando así molestar a otros comensales. Un gran pasillo es el área de tránsito, en tanto en la otra, se ubican mesas y sillas de primerísima calidad.
El ambiente es muy acogedor, con pisos de lapacho, lámparas artesanales y otros detalles muy significativos que cada visitante descubrirá. Entre estos, una ventana que da a la huerta, una verdadera postal con privilegiada vista.
“La experiencia es diseñada por los visitantes. Pueden hacer lo que les plazca. Por ejemplo, quizás algunos quieran pedir un aperitivo y salir a caminar por el bosque. Pues, es su placer y nuestra alegría. Quizás al regreso alguien llega transpirado y desea una ducha antes de comer. Lo puede hacer. Y mientras le lavamos y planchamos su ropa, lo agasajamos con una túnica que luego puede llevarse como obsequio. Es una experiencia, no es sólo un lugar donde comer. Es disfrutar, sentirse bien”, comentó Schneider.
Cuando llega un grupo al restaurante, ese es derivado al salón Ghetto, a su vez dividido en dos partes. “Son posibilidades. Pueden estar todos juntos, pero también en determinado momento algunas personas quieran conversar un tópico en especial de manera más calmada y lo pueden hacer en un espacio más pequeño dentro de la misma sala”. La idea de ubicar a los grupos en un espacio independiente se basa en que “los grupos por naturaleza son más ruidosos y si los colocamos en un salón común con familias o parejas, causan sin quererlo ni desearlo cierto disturbio, además de monopolizar la atención de los mozos. En la sala aparte pueden disfrutar cuanto quiera, tendrán la atención personalizada que merecen, sin interferir con el resto de los comensales”.
LA SALA PARA NIÑOS
En La Pulpería, los niños que, según aseguró Eugenio Schneider “son muy bienvenidos, porque forman parte de la familia”, tienen su mundo aparte. No comparten el Claustro, el salón principal del restaurante. “El concepto es que le brindamos la oportunidad a los adultos de que disfruten del ambiente intimista, que se distiendan, que disfruten de una experiencia culinaria, sensorial, cultural y paisajista sin las preocupaciones que acompañan atender a los niños”.
Con ese objetivo se ha destinado un salón especial, pintado con vivos colores, con muebles especialmente diseñados para un comedor infantil y mozos que a su vez son animadores, capaces de entretener y divertir a los niños.
“Es también como darles la oportunidad de que los niños formen su propia comunidad, establezcan nuevas relaciones, amistades e interactúen dentro de su rango etario. Nos parece una idea renovadora, que permitirá el mejor disfrute de cada miembro de la familia”, explicó Schneider.
El menú será “especial, adaptado a lo que les gusta a los niños. No podemos dejar de ofrecer hamburguesas, papas fritas, ese tipo de comidas. Pero si aseguramos que todo sera de máxima calidad”.
En una de las paredes se mantiene, y es el único lugar de la casona que eso ocurre, un área en la que se puede observar el estado en que se encontró la misma, con diferentes tipos de ladrillo, estilo constructivos. Se ha revestido con una lámina de policarbonato que permitirá que los más pequeños aprecien el área sin afectarla ni resultar ellos mismos lastimados. Del mismo modo que estará disponible para los mayores, los niños, dependiendo de las condiciones climáticas y horario, podrán también disfrutar -cuidados por los animadores- de paseos por el bosque y juegos al aire libre.
LA CAUSA
El área de cocina fue diseñada por el chef Javier Hoffman y consta de un espacio para preparados de masa, una antecocina y la cocina propiamente dicha, con dos grandes hornos de barro que dan a un patio llamado apropiadamente Patio de Fornos, donde además hay un antiguo aljibe, original de la vieja casona.
La cocina tiene todas las comodidades modernas para poder atender a decenas de comensales y aunque del menú “poco se habla porque queremos preservar la sorpresa de la carta”, sí se sabe que incluirá platos de diferentes estilos, destacando sin dudas aquellos preparados con carnes de primerísima calidad.
Asimismo, en el sótano estará la cava, con una “gran selección de vinos para los paladares más exigentes, de eso no tengan dudas”, dijo Schneider, pero también “y esto es lo importante, porque hay que resaltar que nuestra propuesta no es de elevado precio pero si de elevado valor culinario y sensorial, tendremos un vino de la casa, un corte especialmente seleccionado en acuerdo con Bodegas Falcone, exclusivo de nuestro restaurante, que a precio muy razonable permitirá disfrutar de un buen vino, sin llegar obviamente al bouquet de los más refinados”.
UNA EXPERIENCIA SENSORIAL
Por primera vez Paysandú, a pocos kilómetros al sur de la ciudad, en Casa Blanca, contará con un restaurante-boutique en el que quien define qué hacer y cuándo, es el cliente. Pasear por el bosque y conocer árboles autóctonos, sentarse en la terraza con piso de piedras naturales para revestimiento ardosia, dejarse envolver por el paisaje, dejar que los niños disfruten entre sus iguales, o sentarse en el Claustro y vivir de manera diferente la gastronomía.
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