Paysandú, Miércoles 18 de Abril de 2012
Opinion | 13 Abr El secuestro y violación seguida de muerte de la joven Daiana Martínez, aún duele y profundamente en Lorenzo Geyres, una localidad acostumbrada a que no haya noticias. Unos cientos de sanduceros viven, trabajan y hacen una vida sana, sencilla y pacífica, en un paisaje de planicie donde el horizonte suele estar allá lejos. Hasta hace pocos días, era además una comunidad sin temores. Hoy eso es cosa del pasado, tras el violento crimen de la jovencita que salió hacia el liceo y encontró la ferocidad de dos jóvenes que no titubearon en abusar de ella y en asfixiarla hasta terminar con su naciente vida.
Los residentes expusieron su perplejidad, su dolor y su horror criticando a la Policía, poniendo en duda la acción de la Justicia y persiguiendo hasta hacer huir a la familia de uno de los violadores y homicidas, el menor de edad. Prendieron fuego a la casa, y siguen en pie de guerra pidiendo “mayor justicia”, incluso desde una página de la red social Facebook, donde los comentarios --que no siempre son de residentes de Lorenzo Geyres-- se aferran cual salvavidas a la Ley del Talión.
Piden tortura para que sufran lo que la victima sufrió, piden violación para los violadores, piden muerte para los homicidas, piden borrar de la faz de la tierra sus nombres. Piden desde el corazón herido, pero no desde la reflexión que debe acompañar a una sociedad civilizada constituida, incluso ante horrores como el sufrido por Daiana Martínez.
No es siendo peores que los criminales que la sociedad vivirá feliz y tranquila. Las leyes del hombre --nosotros-- deben regirnos y si bien este es un crimen doloroso, las figuras criminales están previstas en el Código Penal y los jueces pueden castigar a los culpables con la máxima pena prevista. Pero no es pidiendo la muerte de estos homicidas ni la persecución de sus familias, lo que hará más justa a la sociedad en que vivimos. Ni siquiera a una pequeña como Lorenzo Geyres, donde este crimen dejó al descubierto que la mente criminal puede estar (y está) en cualquier lado. Es cierto también que todo es demasiado reciente y que en verdad cuando se pide hacerle “de todo” a los homicidas y violadores se expone el temor de que algo similar le ocurra a un ser cercano y querido.
La Justicia ha actuado, lo mismo hizo la Policía. Los culpables deben ser juzgados y castigados, como se ha hecho en este caso. Pero hay que defender la vida por encima de todo. Incluso cuando signifique respetar la de los homicidas. Ellos no tendrán ley, la sociedad sí.
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