Paysandú, Sábado 21 de Abril de 2012
Opinion | 19 Abr La controvertida decisión de la presidenta argentina Cristina Fernández de expropiar la empresa YPF aparece a esta altura como un sacudón, que en teoría solo debería estar afectando el ya delicado --por decir lo menos-- relacionamiento internacional del país vecino. Pero la experiencia indica que en este mundo altamente globalizado e interdependiente de alguna forma esta medida salpicará a la región y fundamentalmente a Uruguay.
Una medida sensata, por lo tanto, sería tratar de separar lo más posible los tantos y dejar traslucir al mundo que se trata de una media inconsulta y solo circunscripta al talante de los gobernantes de la otra orilla, tan afectos a “patear los tarros” cuando las cosas no les salen como quieren, y sobre todo cuando se trata de defender políticas internas, manteniendo subsidios que resultan insostenibles.
Es por cierto poco prudente, por ser benignos con el término, que el presidente José Mujica haya salido a expresar su “solidaridad” con la medida de expropiación de YPF a la empresa española Repsol, y que advierta a los europeos que “prepos no, prepos no”, metiéndonos gratuitamente en líos ajenos.
“La decisión que toma Argentina está en el marco de su soberanía, le gustará a uno o no le gustará. Pero en definitiva los gobiernos pueden tomar esas decisiones. En todo caso el error de Argentina fue haber vendido eso, pero es un error viejo. Si lo arreglan o no lo arreglan es problema del pueblo argentino. Nuestra solidaridad en las verdes y en las maduras. No nos gusta el prepo de Europa rica porque lo usan con ellos y mañana lo usan con... (nosotros). La Argentina puede cometer errores como cualquiera, pero tiene también sus razones. Prepos no, prepos no”, dijo.
Por supuesto, la drástica medida está lejos de concitar unanimidades en Argentina, donde los observadores independientes estiman que lejos de solucionar un problema, se ha comprado otro mayor, porque allá se sigue “pateando la pelota para adelante” sin asumir que es insostenible el mantener políticas sociales muy generosas con tarifas de la energía por el suelo, y que nadie vaya a tener que pagar la fiesta algún día. Estamos, por supuesto, ante una de las facturas de las que nadie quiere hacerse cargo. No obstante, este es un tema en el que deberíamos estar muy lejos de la “solidaridad” en esta orilla, donde se trata de ser realista con los precios de las cosas, porque alguien tiene que pagar tarde o temprano los subsidios, en forma tan intempestiva como traumática cuando la estantería se viene abajo sin avisar.
El gobierno argentino tiene ya una larga cadena de violaciones al principio de legalidad, y mantiene un clima de inestabilidad para los inversores que hace que ya otras empresas extranjeras estén preguntándose si la próxima vez les tocará a ellos, si aparece algún interés especial en apropiarse de la empresa.
Ocurre que Argentina necesita urgentemente divisas que no puede conseguir en el sistema bancario internacional porque en su momento apeló al default, y es así que ha limitado severamente las importaciones en procura del superávit comercial, en un movimiento en el que también Uruguay “cayó en la volteada”, y para lo que de nada han servido las apelaciones a las “solidaridades” que tan rápidamente puso sobre la mesa el presidente Mujica en cuanto se supo de la expropiación de YPF.Tampoco es oportuno siquiera respaldar a nuestros vecinos en esta drástica decisión cuando desde el resto del mundo nos identifican como región, y se tenía la expectativa de que por fin se pudiera avanzar en una negociación con la Unión Europea, donde ya España anunció que propondrá por lo menos “congelar” el análisis hasta que quede claro el tenor del entredicho con Argentina.
Es decir que difícilmente en el mundo de los negocios y de la diplomacia internacional se haga mayor hincapié en separar a Uruguay del riesgo de invertir en Argentina, sobre todo cuando nuestro presidente expresa conceptos que generan dudas sobre si eventualmente en nuestro país podría llegarse a medidas similares en algún momento. Es que en los negocios, en las inversiones, lo que valen son las expectativas y la imagen que se vende, porque como todos sabemos el riesgo ahuyenta a los capitales, y lo último que necesitamos es una incertidumbre contagiada desde la vecina orilla, desde que nuestra pequeñez nos hace mucho más vulnerables. Por lo que, lejos de eso, debemos afirmarnos en la certeza jurídica y las buenas relaciones como piedra angular para convocar a los inversores que tanto necesitamos.
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