Paysandú, Sábado 21 de Abril de 2012
Opinion | 20 Abr La emigración desde el campo a las ciudades y otros centros urbanos es un fenómeno que se manifiesta desde hace décadas en nuestro país, con oscilaciones en cuanto a su intensidad en base a la coyuntura socioeconómica del momento, pero que se mantiene en forma sostenida y extendida prácticamente a todo el país.
Datos preliminares del censo de población y vivienda realizado a fines de 2011 indican que, lejos de revertirse, la tendencia se ha mantenido y hasta acentuado, al punto que la población rural actualmente llega solo al cinco por ciento del total, mientras que era del 8,2 por ciento en el conteo realizado en 2004.
Esta tendencia, que ha pretendido ser en alguna medida revertida a través de la Ley de Repoblamiento de la Campaña --que tiene sus imperfecciones-- es un fenómeno de origen complejo, y que por lo tanto requiere también respuestas coincidentes desde varios ángulos, y que lamentablemente tampoco tienen garantía plena de éxito, sino que en el mejor de los casos podría tratarse de paliativos a la espera de soluciones de fondo.
Debe tenerse presente además que entre las complejidades de este escenario nos encontramos con que el modo de vida, los objetivos y expectativas de la población rural no son las mismas que las que se tenían hace unas décadas, desde que en mayor o menor medida las familias de nuestros campos se han asomado a determinada calidad de vida que no estarían en condiciones de satisfacer si permanecen en el medio rural. Y este es uno de los aspectos sustanciales a tratar de resolver.
Wanda Cabella, licenciada en Antropología en la Facultad de Humanidades de la Udelar y doctorada en demografía en la Universidad Estadual de Campinas, de Brasil, señaló al suplemento Economía y Mercado de El País que “no podemos pretender que la gente se radique en el campo o en localidades chicas si no hay atractivos para residir allí. Desde hace varios años la mayoría de los trabajadores rurales vive en pueblos y ciudades del Interior debido a la falta de servicios básicos en la campaña, tales como electricidad, educación, atención médica, etcétera”.
Este es uno de los puntos básicos en la compleja trama que determina que nuestros campos sigan expulsando gente hacia los centros poblados, y aunque el solo hecho de tener disposición e iniciativa para atender zonas olvidadas de nuestro interior profundo es un paso en la buena dirección, teniendo en cuenta las características de nuestras áreas rurales, las falencias y necesidades del medio rural son un factor condicionante extremo.
Por supuesto, no hay una solución mágica y ni siquiera un país o región como paradigma para ensayar soluciones más o menos similares, aunque evidentemente en aquellos países desarrollados, donde se ha logrado extender servicios de buena calidad a las zonas rurales, se ha minimizado la emigración. En la Unión Europea, por ejemplo, funcionan desde hace décadas subsidios para diversas producciones agropecuarias con la intención de que las dificultades económicas no agraven la pérdida de población en las áreas rurales.
La Ley de Repoblamiento de la Campaña ha sido bien inspirada, pero hasta ahora los resultados están por verse y seguramente es preciso aguardar mayores plazos para conocer una evaluación ajustada a la realidad. Por cierto que hay mucho por hacer, desde que lamentablemente existe un común denominador de carencias en nuestro interior profundo, sobre todo en cuanto a oportunidades para que sus habitantes puedan zafar de la situación en que se encuentran, de la pobreza, con poblaciones que se van reduciendo y casas abandonadas, cuando los residentes perciben que tienen poco y nada para hacer en el lugar.
Pero claro, las respuestas que se ensayen en nuestra olvidada campaña no resolverán por sí sola esta vasta problemática de pobreza y desesperanza, desde que se requieren además herramientas para acceder a oportunidades laborales y abordar emprendimientos autosostenibles, en lo posible polos productivos como explotaciones forestales, frutícolas, lecheras, agrícolas, que son los que han contribuido a transformar para bien varias zonas específicas.
Una forma de promover el desarrollo rural sería contar con el firme apoyo de organismos del Estado para asesorar y potenciar inquietudes de las propias organizaciones de productores y vecinos, para establecer objetivos claros y proyectos de acuerdo a la realidad de cada zona, con un trabajo sostenido en proyectos de corto, mediano y largo plazo, solo para generar esquemas valederos en aras del objetivo supremo de la repoblación de la campaña.
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