Opinion | 21 Abr Entre las muchas consecuencias que seguramente tendrá la medida argentina de nacionalizar la compañía petrolera YPF --a través de la expropiación que afecta fundamentalmente a la compañía española Repsol, dueña del 51 por ciento de las acciones-- está la de acrecentar la incertidumbre respecto de compromisos contraídos por la firma, como es el caso de los acuerdos que mantiene con la estatal Ancap.
En las últimas horas YPF comunicó que cumplirá con los contratos que la unen a Ancap, luego de la incertidumbre manifestada por su presidente, Raúl Sendic, respecto al futuro de las inversiones de la empresa en Uruguay con la nueva gestión que iniciará el gobierno de Cristina Fernández.
Según informó La República, los interventores de YPF se comunicaron con el directorio de Ancap y dieron “garantías de que todo sigue sin problemas”, afirmó Sendic. YPF tiene contratos de prospección de hidrocarburos en el norte uruguayo y mediante un consorcio con Petrobras y Galp, en bloques marítimos. Además, su subsidiaria AESA está construyendo una planta desulfurizadora para Ancap.
En fin, la “tranquilidad” que puede generar esta comunicación es muy relativa, desde que si el vecino país no respeta contratos suscriptos con todas las de la ley, en este caso con Repsol, salvando las distancias puede inferirse que llegado el momento, ante determinadas circunstancias, poco y nada le va a costar borrar con el codo lo que escribe con la mano, en el caso de los acuerdos con la petrolera estatal uruguaya.
Precisamente el hecho de que la expropiación también comprende la parte de las explotaciones gasíferas agrega una cuota adicional de dudas respecto a la venta del energético a nuestro país, sobre todo durante el invierno, cuando el aumento de la demanda en la vecina orilla hace que Argentina enfrente dificultades para contar con suministro suficiente para abastecer su mercado interno.
Es decir que más allá de las connotaciones que conlleva en el vínculo comercial y diplomático internacional, la “renacionalización” de YPF es todavía un ancho mar de incertidumbres, de desconfianza y de grandes interrogantes respecto a las derivaciones que incluso puede generar en la región, si tenemos en cuenta por ejemplo que todavía muchos recuerdan cuando Argentina “le cortó el chorro” del gas a Chile en pleno invierno para atender su propio consumo.