Paysandú, Domingo 06 de Mayo de 2012
Opinion | 02 May Desde hace ya tiempo ha sido planteada por el empresariado que trabaja para la exportación, e incluso por los que producen para el mercado interno pero deben competir con productos similares de importación, la necesidad de que se adopten medidas correctivas para compensar la pérdida de competitividad en las empresas, teniendo en cuenta que al precio del dólar y los altos costos de las tarifas públicas se suma el aumento de salarios.
Asimismo, las trabas comerciales impuestas por Argentina es un tema recurrente que también ha afectado económicamente a algunos sectores de la industria que colocan casi el 100 por ciento de su producción en la vecina orilla, como el rubro vestimenta.
En las últimas horas el presidente de la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU), Washington Burghi, explicó que las empresas están buscando la forma de volver a ser competitivas en el mercado frente al tipo de cambio y los incrementos salariales que han hecho estragos en la rentabilidad. “El crecimiento de salarios de forma indiscriminada es un problema que afecta a las empresas, el tipo de cambio también afecta porque el país está siendo caro en dólares”, señaló a Ultimas Noticias.
También debe tenerse presente que en esta ecuación es un componente la productividad dentro de las empresas, que en el caso de las estatales se da en su mínima expresión, porque funcionan en régimen de monopolio y cuando tienen pérdidas se subvencionan con fondos de Rentas Generales, pero que en el caso privado es factor decisivo para la propia subsistencia de los emprendimiento.
Según Burghi, el sector es proclive a incluir la productividad como indicador para la nueva discusión en los Consejos de Salarios, por cuanto el empresariado apunta a que esté vinculada a las nuevas remuneraciones, para que haya una suerte de relación entre la rentabilidad de las empresas y los salarios que éstas deban abonar. Y esto surge del convencimiento empresarial de que existen sectores donde los ajustes salariales han sido desmedidos y complican la continuidad industrial de las empresas.
Respecto al tipo de cambio, Burghi reconoció que el “gobierno ha hecho lo que puede”, a la vez de considerar que “es un problema mundial y es casi una varita mágica que soluciona y encubre todos los problemas”. Es evidente que en el actual contexto se debe trabajar en la búsqueda de nuevos mercados para por lo menos paliar los problemas existentes hoy en la industria, y en ese sentido Burghi destacó al Instituto Uruguay XXI como herramienta para buscar oportunidades de negocios fuera del Mercosur, pero debe tenerse presente que más allá del contexto global a la pérdida de competitividad se suman las restricciones comerciales que el gobierno argentino impuso sobre las importaciones.
Igualmente, a grandes rasgos y en forma sistemática, Uruguay se está encareciendo para los que importan nuestros productos, sobre todo para los que incorporan valor agregado, y a la vez que abaratando para quienes nos exportan, que además en muchos casos compiten con productos nacionales y por ende conspiran contra las fuentes de trabajo locales.
En 2011 la caída de la competitividad de nuestro país ha sido del orden del 5 por ciento, desde que la baja fue sistemática en todos los meses, salvo en abril, cuando el tipo de cambio aumentó un 1 por ciento. Con Brasil, que tiene un proceso similar al nuestro, la caída de competitividad ha sido de poco menos del 2 por ciento, pero en el caso de Argentina hemos perdido casi un 10 por ciento, pues el vecino país tiene una política cambiaria distinta a la de Uruguay y Brasil, mantiene subsidios y no transparenta su economía, al mantener artificialmente precios internos por debajo de los internacionales.
Este panorama de deterioro de la competitividad de nuestras exportaciones es mucho mayor con los países de afuera de la región, y éstas se siguen sustentando en commodities que tienen cotizaciones mantenidas en los mercados internacionales para los que Uruguay cuenta con ventajas naturales para competir, y ello permite disimular ineficiencias y costos “inflados” por efectos de la inflación y la depreciación del tipo de cambio.
Nuestros exportadores ven así seriamente deteriorada su rentabilidad por efectos de crecientes costos internos y menor cantidad de disponibilidad de dinero a la hora de convertir los dólares a pesos, por una política económica que sigue utilizando el ancla cambiaria en procura de contener la inflación, que igualmente se dispara por efectos de múltiples causas, empezando por los salarios que siguen creciendo, como así también las tarifas de servicios públicos, además de la energía, entre otros insumos.
Mientras tanto, el gobierno sigue gastando por encima de sus posibilidades y de lo que indica la prudencia, en lugar de intentar contener el gasto público para reducir los costos del Estado sobre los sectores productivos de bienes y servicios, de forma que tengan la posibilidad de mejorar su competitividad.
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