Paysandú, Lunes 07 de Mayo de 2012
Opinion | 02 May La conmemoración del Día de los Trabajadores, realizada a nivel internacional en la víspera, tuvo ciertamente diferentes énfasis a lo largo y ancho del mundo, aunque prácticamente poco y nada se recordaron los trágicos hechos de mayo de 1886 en Chicago, que llevaron a la horca a cuatro prominentes figuras del movimiento obrero en Estados Unidos (un quinto se suicidó en su celda). De los ejecutados, tres eran periodistas y el otro tipógrafo. La guerra por silenciar las ideas no es, ciertamente, nueva.
En España los trabajadores anunciaron fuertes medidas de lucha contra los recortes laborales; en Bolivia el gobierno expropió como “homenaje a los trabajadores” la filial de Red Eléctrica Española; en Hong Kong miles de personas marcharon en demanda de un salario mínimo equivalente a 4,25 dólares; en Francia los sindicatos y el presidente Sarkozy trasladaron la campaña presidencial a los actos conmemorativos. En Cuba marcharon bajo la consigna de “perfeccionar el socialismo”. En Montevideo el presidente Mujica almorzó con empresarios y parte de su gabinete. No faltaron el cuestionado Bonomi ni la princesa Letitia D’Aremberg.
En Paysandú, los trabajadores realizaron dos actos, convocados por la central y por otra agrupación de trabajadores, entre las cuales hay “disidencias”. Hubo discursos, proclamas, reclamos, reafirmación clasista y críticas a los capitalistas empresarios.
No hay dudas de las iniquidades en un mundo donde unos pocos tienen tanto que tardarían varias vidas en contar todo el dinero que tienen y tantos que apenas sobreviven este día. Y no quedan dudas que las crisis golpean primero a los trabajadores en la medida que éstos dependen de ingresos fijos. Hace poco el escritor super exitoso Stephen King se quejó públicamente que “solamente” el Estado se quedaba con el 28% de sus ingresos. Alguien en la audiencia le gritó que simplemente firmara un cheque (por el resto) y solucionado el problema.
Si la riqueza fuera redistribuida no solamente no habría pobreza sino especialmente desesperanza, sufrimiento y descontento. Pero este es un mundo donde cada cual reclama lo suyo. Los capitalistas el rédito por su inversión; los intermediarios el dinero por su comercio; los políticos el valor por sus ideas; los trabajadores la retribución por su transpiración.
Y todos tienen (tenemos) razón. Pero ha quedado comprobado que no es el camino. Tener razón no alcanza. Quizás sea hora de dejar de estigmatizar al “contrario” y pensar desde lo humano; pensar en unir esfuerzos en lugar de oponer demandas. Trabajar juntos por un presente de sonrisas para todos. Sí, sin dudas es una utopía. Será por eso que cada Día de los Trabajadores volvemos a enfrentarnos en lugar de comprometer el esfuerzo para ser mejores y dar de nosotros para que el día de los demás sea mejor.
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