Paysandú, Miércoles 09 de Mayo de 2012
Opinion | 09 May Por cierto, cuanto más se leen, se releen y se escuchan las declaraciones vertidas a la agencia de noticias Télam argentina por la senadora Lucía Topolansky, cuesta creer que un gobernante de un país de tradición democrática como Uruguay, solo sacudido por interregnos de minorías que se alzaron con el poder por la fuerza contra la opinión mayoritaria de los ciudadanos --una de las cuales en el período 1973-1985--, pueda emitir conceptos que solo pueden resultar explicables y enmarcados en regímenes dictatoriales como Cuba, o gobiernos autoritarios como el de Hugo Chávez y la dictadura de Augusto Pinochet, entre otros ejemplos poco recomendables a lo largo de la historia.
La legisladora, quien es también esposa del presidente de la República, José Mujica, dijo que “tenemos que seguir peleando hasta el último dato que tenemos por encontrar y tratar que las Fuerzas Armadas hoy queden divorciadas del pasado”.
“Precisamos Fuerzas Armadas fieles al proyecto nuestro”, en tanto el viernes, durante una visita a Tacuarembó, ratificó sus expresiones al considerar que “quisiera que muchos (militares) estuvieran con el Frente Amplio, quisiera que todos estuvieran con el Frente Amplio, porque creo que es la propuesta que está más cerca de la gente”.
Lamentablemente, lo menos que puede decirse de los conceptos que encierran estas expresiones es que se pone de manifiesto, en el mejor de los casos y siendo benignos con el término, el desconocimiento de elementos centrales de nuestra democracia y la propia Constitución, por cuanto las Fuerzas Armadas, como cuerpo profesional al servicio de las instituciones, no pueden responder a ningún partido político, aunque naturalmente cada militar --desde las máximas jerarquías hasta el soldado de tropa-- tenga su inclinación político-partidaria que hace valer en las urnas llegado el momento de la convocatoria popular.
Es cierto que la actual senadora, quien llegó al poder por la legítima expresión del voto popular, se alzó en armas en la década de 1960, cuando integraba el movimiento tupamaro, contra un gobierno constitucional, y que este tipo de actitudes fue generadora del hondo drama que vivimos los uruguayos en las postrimerías de esa década, que fue caldo de cultivo para la dictadura, pero al integrarse a la democracia y reafirmar la vigencia de la Constitución y el ordenamiento institucional, todos los uruguayos hemos considerado que los errores del pasado quedan atrás cuando se apuesta a la vigencia de las instituciones y el libre juego democrático.
Lamentablemente, la senadora, lejos de rectificarse, también se ha extendido en “cálculos” sobre la necesidad de que por lo menos un tercio de la oficialidad y la mitad de la tropa respondan a las ideas de su partido, lo que refleja una concepción autoritaria contraria al pluralismo y a la cultura democrática de un país.
Partidizar a las fuerzas armadas y ponerlas al servicio de un gobierno o de un régimen es lo que han hecho siempre los gobiernos dictatoriales en todo el mundo, con independencia de su signo ideológico.
Las fuerzas armadas tienen la misión inquebrantable de estar al servicio de la institucionalidad y responder al presidente de la República como comandante supremo, pero no formar parte de su partido político.
Lo expresado por la senadora Topolansky, al fin de cuentas, se encuadra en la misma concepción que llevó a las Fuerzas Armadas uruguayas a dar el golpe de Estado en 1973 y desembocar en la dictadura militar que sufrimos los uruguayos durante más de una década, y que hasta hoy ha proyectado la secuela del hondo drama generado por el largo quebranto institucional y violaciones de los derechos humanos.
Y si bien el ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro, dio a conocer un comunicado “tranquilizador”, en el sentido de que no comparte el razonamiento de la senadora Topolansky y sostiene que las Fuerzas Armadas no deben estar alineadas con ningún partido o ideología, no es menos cierto que queda vigente la gran incógnita respecto a si realmente en el gobierno hay quienes todavía no han asumido la amarga lección del pasado, y creen que es posible y hasta deseable contar con Fuerzas Armadas politizadas más allá de las reglas de juego de la democracia pluralista.
Realmente, más allá de partidos, todo el sistema político deber guardar distancia y rechazar estas concepciones, como antecedente peligroso y amenaza para el debilitamiento de nuestra democracia.
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