Opinion | 05 May El Movimiento por la Liberación del Cannabis sugirió la creación de clubes de cultivo de marihuana “a semejanza de la experiencia de España”, como alternativa ante lo que consideran el fracaso de la guerra contra las drogas. En tanto, existen a nivel legislativo propuestas que tienden a la legalización del cultivo de esta droga para consumo propio. “Es de urgencia que el Parlamento apruebe esta ley para regularizar y controlar la marihuana que consumen más de 150.000 uruguayos, hoy en día víctimas de una guerra que ha fracasado y se mantiene por el inaccionar político”, indica una nota divulgada en Montevideo.
Precisamente los consumidores de marihuana convocan a una concentración y marcha por el centro de la capital para este sábado, en el marco de una manifestación que se repetirá en otras ciudades del mundo. Pero además denuncian que “de las 40 toneladas de marihuana que se consumen en Uruguay al año, el gobierno incauta entre una y dos toneladas, por lo cual la reducción de la oferta representa menos del cinco por ciento”, argumento que pretenden utilizar para que se deje de controlar la venta de marihuana y se liberalice el mercado.
La iniciativa de los consumidores de esta droga --supuestamente “blanda”-- de despenalizar la producción para el autoconsumo se inscribe en el deterioro de valores que se registra ya desde hace años en nuestra sociedad, pretendiendo primero hacer creer que el consumir una droga es una cosa menor y solo una costumbre más, cuando estamos ante una adicción a un alucinógeno, lo que ya pone de relieve que la persona que lo consume tiene problemas sicológicos que pretende superar evadiéndose de la realidad.
De acuerdo a nuestra legislación está penada la venta y tráfico de drogas, pero no su consumo, en lo que aparece como un contrasentido si se tiene en cuenta que hay una cadena para que el producto llegue al consumidor, y que éste genera a través de su adicción el incentivo económico para que se fortalezca la cadena.
Pero se trata de una decisión personal, como seguramente lo es también el ingerir bebidas alcohólicas y el consumo de tabaco. Pero cuando afecta a terceros y/o se invaden los derechos de los demás, es preciso poner un límite.
La autorización de cultivo para consumo propio conlleva como mínimo el riesgo de que se generen clubes de productores que especulen con las necesidades de otros y se forme un submundo de consumo-venta cerrado y difícil de desentrañar. Pero sobre todo, se está transmitiendo el mensaje --especialmente a jóvenes influenciables por costumbres sociales-- de que consumir droga, blandas o las que fueren, es un hecho natural y hasta recomendable, de lo que solo hay un paso para caer en adicciones tan graves como la pasta base, por lo que haríamos realidad una vez más el viejo dicho de que el remedio puede ser peor que la enfermedad.