Paysandú, Sábado 12 de Mayo de 2012
Opinion | 10 May A la expropiación por el gobierno de Cristina Fernández de la empresa YPF a la multinacional española Repsol ha seguido una acción similar del gobierno de Evo Morales, en Bolivia, contra la compañía Red Eléctrica Española, sobre bases similares, basadas en arranques nacionalistas de corte populista, seguramente con amplio respaldo ciudadano al hacerlo en base a enunciados que caen simpáticos a muchos.
Las expropiaciones --salvo casos excepcionales-- representan un cambio radical en las reglas de juego, por decir lo menos, y un pésimo mensaje a potenciales inversores, en el lugar que sea. Mucho más seguramente en la Argentina, que sigue en default, no cuenta con crédito internacional y ha debido salir desesperadamente a buscar caja, esta vez por la recaudación de la expropiada petrolera.
El caso de Evo Morales no es lo mismo, pero ha sido una buena oportunidad para trasladar a otros la responsabilidad en la opaca gestión de su gobierno y de los anteriores, por lo menos abriendo una cuota de expectativa popular sobre lo que puede pasar con las compañías en manos del Estado, también en la ola de eslóganes fáciles.
En el caso de YPF, cuando estaba en manos del Estado era la única petrolera del mundo que arrojaba pérdidas, lo que no habla muy bien como antecedente de lo que puede surgir de este paso populista de la presidenta y con la aprobación de la mayoría de una oposición que no ha estado a la altura de las circunstancias y que levantó las manos en el Parlamento presionada también por una opinión pública receptiva como ninguna a estos golpes de nacionalismo exacerbado. Y si no, recuérdese el millón de personas que se dio cita en Plaza de Mayo para apoyar la trágica decisión de la Junta Militar que comandaba Leopoldo Galtieri de invadir las Islas Malvinas.
Ahora, si la cosa solo fuera un problema de los argentinos y de los bolivianos, en tanto naciones soberanas responsables de sus actos, para bien o para mal, las decisiones están tomadas y no habría otros reparos. Pero ocurre que en un mundo globalizado, donde además existe una tendencia a optar por visiones regionales en el relacionamiento comercial, evidentemente nadie puede pensar que será un problema que solo tendrá repercusiones para las naciones directamente afectadas, es decir Argentina, Bolivia y España en este caso puntual.
En Uruguay, aunque nos identifiquen en principio como una sola región con Argentina y Brasil, lo primero que debió haberse hecho es separar los tantos y dejar claro que se trata solo de una postura de nuestro país vecino, porque en nuestras fronteras en cambio se dan las mayores garantías para los inversores y no se cambian las reglas de juego sobre la marcha.
El presidente José Mujica cometió el error de pegarse, en gesto “solidario”, con la expropiación, y hasta habló del “prepo” europeo, cuando debió hacer exactamente lo contrario, pese a que el vicepresidente Danilo Astori trató de salvar la situación dejando establecido que la política argentina y la uruguaya tienen grandes diferencias.
El hecho es que en el marco de los regionalismos, el tema ha dado lugar a reacciones en el Viejo Mundo, como lo prueba el hecho de que el comisario europeo de Comercio, Karen de Gucht, advirtió esta semana del riesgo que supone “el creciente proteccionismo en América Latina“, y recordó que durante años la apertura de mercados ha sido un asunto abierto en la región, “aunque en semanas recientes este debate se ha calentado de nuevo, con el movimiento de Argentina hacia los intereses de una empresa española en YPF, la petrolera”.
Asimismo subrayó que Argentina “también mantiene otras políticas restrictivas al comercio, como su régimen de licencia a las importaciones”, y advirtió que estas decisiones proteccionistas también afectarían a Brasil, “que tiene mucho que perder a causa del proteccionismo en la región”.
En realidad deberíamos dejar sentado que en este escenario nunca es más válido el refrán de que solo quien esté libre de pecado estaría en condiciones de tirar la primera piedra, desde que aunque intentan disimularlo con estas apelaciones, en el Viejo Mundo desde hace años practican un fuerte proteccionismo, con subsidios a sus productos agropecuarios, como decisión estratégica en abierto perjuicio de países que como el Uruguay, presentan ventajas comparativas para producir y sin embargo sufren esta competencia desleal desde hace décadas.
De todas formas, lo que menos le sirve a nuestro país es ingresar en el terreno de las medidas y contramedidas, de las represalias comerciales, de subir la apuesta a ver quien le hace más daño a quien. En todos los casos, en un mundo donde las solidaridades son pour la galerie, y solo hay socios e intereses en juego, el Uruguay solo debe seguir apegado a su libreto, es decir a la apertura comercial, a la diversificación de mercados, a preservar las reglas de juego, porque encerrarnos, como está haciendo Argentina, sería retroceder y “arrollarnos”, cada vez más lejos de la meta de crecer con desarrollo.
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