Paysandú, Domingo 13 de Mayo de 2012
Opinion | 11 May Un tercio de los latinoamericanos percibe como el principal problema de sus países y la región la inseguridad ciudadana, por encima del desempleo, las dificultades económicas, la educación y la salud, según se desprende del informe del Latinobarómetro 2012, dado a conocer en la víspera en Lima. Del 32% de los latinoamericanos que así opinan, el 28% la vincula con la delincuencia y el otro 4% con las pandillas. En Uruguay se tiene la misma percepción, aunque no preocupan las pandillas y sí la violencia intrafamiliar, pero la buena noticia es que nuestro país es señalado como el menos violento, en contraste con Guatemala, el más violento.
En total, hay 600 millones de habitantes que creen que la delincuencia aumentó, que perciben que vivir en su país es cada vez más inseguro.
Esta convivencia con la inseguridad ha llevado a que haya aumentando la tolerancia ante la violencia y la inseguridad. A su vez, esto tiene como consecuencia que muchos ciudadanos de la región no denuncian actos delictivos que hayan sufrido.
Ahora bien, más allá de las cifras queda claro que la violencia en América Latina comienza a manifestarse como problema nacional a través de la “delincuencia”. Existe, a partir de la mención de la “delincuencia” como problema principal, la clara percepción de que es lo que más golpea a la sociedad, y contra lo que hay que batallar en primer lugar.
Los actores políticos, en tanto, responden “políticamente” y ni siquiera consideran en su verdadera magnitud que una parte de la violencia percibida en la sociedad está dada por los grados de desigualdad y discriminación, que no son considerados en la ecuación de la lucha contra el crimen.
Uruguay tiene la ventaja de ser el país menos violento, pero el “menos” no implica que no sea un tema muy preocupante la inseguridad. Porque esta existe, está tanto en las calles como en los hogares y se expande cada vez más y más. Hay que continuar luchando para minimizar la inseguridad, en todas sus formas, desde las de menores infractores hasta los traficantes de drogas. No hay un solo frente que pueda ser descuidado. Ni es hora de tomar descanso simplemente porque a nivel regional tenemos menos inseguridad y delincuencia.
Mano dura a los que delinquen, especialmente a quienes cometen delitos graves contra la vida y la propiedad; penas carcelarias que realmente castiguen en concordancia con el daño provocado; políticas que promueven efectivamente la reducción de desigualdades y discriminación. El camino aún es largo y queda mucho por hacer, para que la sociedad pueda dejar de pensar en la inseguridad como el peor problema de los uruguayos.
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