Paysandú, Sábado 19 de Mayo de 2012
Opinion | 15 May “¿Hasta cuándo?”, es la pregunta que ha circulado desde el sábado en Facebook, Twitter y otras redes sociales, tras conocerse los detalles del salvaje asesinato de Gastón Hernández, un joven de 34 años, padre de cinco hijos, a manos de dos presuntos menores de edad que asaltaron el local comercial de avenida Octubre y Garibaldi, en Montevideo, a lo que ha seguido la convocatoria a una marcha anoche en la capital para reclamar medidas de fondo contra la delincuencia.
Bajo el rótulo “uruguayos indignados” cientos de twitts hicieron sentir la indignación por el hecho, en lo que ya es la novena muerte en circunstancias violentas en lo que va de este mes, y la 124 en el correr de 2012. Según informó El Espectador, en protesta por estos hechos y como una señal de reclamo a las autoridades se ha convocado a apagar las luces y colocar en las ventanas velas encendidas para recordar a las víctimas de la violencia.
Estos elementos son parte de la expresión ciudadana ante una problemática que sin duda ha desbordado al sistema institucional, ante las tímidas respuestas y el grado de inoperancia ante una delincuencia ensoberbecida que tiene en jaque a la población, y no solo en los centros urbanos, sino también en áreas rurales.
Todo indica que el autor del disparo a mansalva y sin ninguna justificación posible es un menor fugado de uno de los hogares de la Colonia Berro, participante en la huida masiva de trece internados y de los que solo unos pocos han sido recapturados.
El vocero de Jefatura José Luis Rondán, dijo a Espectador al Día que la Policía actúa con “rabia contenida” ante la sangre fría de los asesinos, que entraron directamente a matar, y mencionó el gran problema que para la Policía representan los menores, que muchas veces entran y salen, ante lo que consideró “interpretaciones particulares” del Poder Judicial.
Es decir con un mensaje directo que alude a uno de los componentes de la ecuación que conforma el círculo vicioso de realimentación de la delincuencia por la benignidad o directamente impunidad de que se benefician menores y delincuentes incluso de alta peligrosidad, que son dejados en libertad por “falta de pruebas” o de elementos contundentes, en tanto se examina con lupa el comportamiento de los policías que intervienen en los operativos.
Este estado de cosas justifica que en la opinión pública, una de cuyas expresiones son las redes sociales, que convocan a miles de ciudadanos, la gran pregunta sea hasta cuándo el sistema político, el gobierno, sigan sin tomar medidas serias para contener la delincuencia, y se deje de excusar a la delincuencia en la exclusión social. Asombra la falta de respuestas en esta área, sobre todo por no proteger a la población de los malvivientes que hoy se consideran con “derecho” de hacerse de lo ajeno por la fuerza porque así se lo hicieron creer, puesto que ellos son víctimas de la sociedad según la torcida visión oficialista. No puede obviarse en este escenario el nefasto aporte que realizaron en su momento ex ministros del Interior como José Díaz, quien apostó a combatir la superpoblación carcelaria mediante la liberación de presos que habían cumplido parte de su condena y por lo tanto volcando a las calles a delincuentes que en su gran mayoría reincidieron e hicieron blanco de sus tropelías a la población.
Felizmente este concepto, por la fuerza de los hechos, está cambiando en gran parte del gobierno y el propio ministro del Interior, Eduardo Bonomi, ha dado muestras de una concepción diferente, apostando también al principio de autoridad y la represión contra los antisociales, que era resistida por grupos dentro del gobierno.
Es indudable que se han trastrocado los valores, que hay delincuentes, muchos de ellos menores, a los que no les importa matar o morir, en lo que tiene influencia la droga pero también el adoptar códigos que los llevan a vivir el momento y no dar importancia a ninguno de los valores que tradicionalmente hemos sostenido los uruguayos. Lamentablemente, cada generación aporta nuevos elementos que van degradando el escenario, en lugar de recomponerlo.
Seguramente que nadie, desde el gobierno, como así tampoco la oposición y el ciudadano común, tiene la gran solución a esta problemática, que debe ser resultado de la confluencia de acciones en varias áreas que tienen como epicentro a la sociedad, pero es claro que lo que menos sirve es insistir con la tolerancia extrema y la impunidad para los delincuentes hasta que den resultado determinadas políticas sociales, como siguen pregonando algunos voceros de gobierno.
Por lo pronto, debe empezarse por contener a los menores, mediante su internación en un instituto como está incluso aprobado a través de una ley, fuera de la órbita del INAU, para así mantener a consumados delincuentes fuera de las calles, y a la vez trabajar en una rehabilitación seria y no pour la galerie. Hoy el país es víctima de un cáncer que lo componen todos los delincuentes que entran y salen de prisión infinidad de veces solo para volver a reincidir. Y como ocurre en medicina, primero hay que extirpar el tumor para recién después aplicar el tratamiento definitivo, puesto que si no, el desenlace de seguro será fatal.
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