Opinion | 15 May Más de la mitad de los profesores de Secundaria no recomiendan a sus alumnos un autor o libro para leer, según una encuesta realizada entre estudiantes de 15 años que fueron evaluados en 2009 en las pruebas internacionales PISA.
Los indicadores obtenidos en Uruguay son similares a los de Argentina, Chile, Brasil y Colombia pero inferiores a los obtenidos en Perú, que en promedio tuvo valores en el entorno del 60%. Eso sin duda es un golpe muy bajo para una imagen de Uruguay todavía sobreviviente en algunos estamentos de la sociedad que asocia nuestra nacionalidad con la cultura intelectual y la otrora manida imagen de la “Suiza de América”.
El trabajo, divulgado a comienzos de año por la ANEP, advierte este dato como un “problema grave” que genera la falta de hábitos de lectura. “Debe pensarse en la mejora en formación de las nuevas generaciones de docentes y en el trabajo hacia fuera del sistema para lograr que la sociedad vuelva a valorar a los docentes y erradique la idea errónea de que las tecnologías digitales pueden resultar sustitutas, y no complementos o reformulaciones, de la tecnología de la escritura”, señalan los técnicos del Codicen.
Indudablemente ha existido en los últimos años una desvalorización de la tarea docente, pero eso no debería ser motivo para que éstos, sin importar qué asignatura impartan, renieguen de su tarea de alfabetizar.
Generalmente suele pensarse que la alfabetización de una persona consiste en enseñarle a leer y escribir. Sin embargo, posiciones más modernas y más a tono con la fuerza de la realidad proponen que se trata de una tarea permanente en la vida del ser humano.
La familia deposita en la escuela la enseñanza de la lectura y la escritura y generalmente también lo hacen los docentes de Secundaria alegando que al llegar a ese nivel ya no es necesario seguir enseñando a leer y escribir. Aunque ni se lee ni se escribe de la misma manera a los 10 años que a los 17 o a los 40, en gran parte, la superación de las herramientas básicas de lectura y escritura que enseña la escuela depende de que la persona siga leyendo y escribiendo. Por lo tanto, es responsabilidad de la educación media profundizar en ese camino no sólo incentivando a los jóvenes a leer sino también favoreciendo la práctica sistemática de nuevas y más complejas formas de producción de textos.