Opinion | 19 May A esta altura nada puede sorprendernos en cuanto a las dificultades que surgen de la relación bilateral con la Argentina en una serie de temas, a partir del hecho de que las prioridades del gobierno de Buenos Aires no coinciden con las de nuestro país.
El mentado acuerdo para el dragado del Canal de Martín García es un caso paradigmático, a partir de que la Argentina desde hace muchos años le va dando largas al asunto, por cuanto no le interesa, y más aún, desde el punto de vista de sus puertos le sirve más que este canal esté inundado de arena que expedito al tránsito, puesto que así resta competitividad a los puertos del río Uruguay.
Es decir que el único interesado realmente en avanzar en este acuerdo es nuestro país, dado que este canal es la vía de entrada y salida al puerto de Nueva Palmira, que necesita imperiosamente que sea llevado a 36 pies a efectos de que puedan salir buques de ultramar a plena carga, y por ende mejorar la competitividad a través del abaratamiento de los fletes.
Es así que un día sí y otro también surge la noticia de que está todo acordado para habilitar el inicio de las obras de dragado, para encontrarnos al día siguiente que como “de atrás de un tártago” surge una nueva dificultad que hace que el asunto vuelva a fojas cero o que haya que aguardar que se cumplan nuevos pasos administrativos que ya se creían superados.
La última dificultad provino de una denuncia de “coimas” en la Comisión Administradora del Río de la Plata (CARP), a través de un ofrecimiento del titular de la delegación argentina a su par uruguayo para que siguiera trabajando, sobreprecio mediante, la empresa Riovía.
El gobierno uruguayo ocultó el episodio para no levantar olas, pero la irregularidad cobró estado público pese a los intentos de desmentido, con el agregado de que la parte argentina consideró que debía dejarse todo parado hasta que se celebrara una auditoría en la comisión para aclarar las denuncias.
Una situación ridícula, por supuesto, que habla a las claras que todo sirve para enfriar el partido desde la otra orilla. Mientras tanto nuestro gobierno ha quedado prácticamente sin margen de maniobra, puesto que ha hecho de la política exterior con Argentina una suerte de servilismo, cediendo en todos los reclamos que nos hacen --sin considerar el daño que produzca al país, como es el caso del intercambio de información tributaria que nos imponen--, para que nos sigan tomando el pelo.