Paysandú, Miércoles 23 de Mayo de 2012
Opinion | 17 May Ya se ha instalado con fuerza en el ámbito del gobierno, y fue tema de un primer debate de fondo en el Consejo de Ministros, la distribución del gasto en la próxima Rendición de Cuentas 2012, para la que se ha descartado el incremento cero y en cambio se ha entrado en el clásico tironeo de los respectivos ministerios para llevar agua para su molino.
En numerosas oportunidades hemos sostenido, a riesgo de ser reiterativos, que el Uruguay requiere que se apliquen políticas anticíclicas, es decir no expandir el gasto cuando hay un ciclo de bonanza como el actual, y establecer un colchón de recursos para cuando los tiempos no sean tan favorables.
Pero en el gobierno no se piensa así, aunque el presidente José Mujica ha predicado en más de una oportunidad la necesidad de una gestión austera, y así seguimos expuestos a los avatares de un escenario internacional muy delicado.
Pero si se piensa insistir con aumentar el gasto, por lo menos lo que corresponde esperar, ya que el ahorro parece no estar en los planes de la Administración Mujica, es que la distribución de recursos sea criteriosa, sin insistir en políticas asistencialistas a fondo perdido y a la vez volcando recursos a sectores, como la educación, sin exigir la contrapartida de resultados, de la misma forma que en el caso de Salud Pública, porque no siempre mayor gasto es garantía de una mejora, cuando se pone énfasis en la cantidad y no en la calidad del gasto.
Por lo pronto el titular de Economía y Finanzas, Ec. Fernando Lorenzo, planteó algunos conceptos generales de cara a esta Rendición de Cuentas, oportunidad en la que en el Consejo de Ministros “no hubo planteo de austeridad, pero sí de responsabilidad”, según confió una fuente a El País.
El escenario planteado por el secretario de Estado es un crecimiento del cuatro por ciento en el Producto Bruto Interno (PBI), un déficit fiscal del 1,7 por ciento, que es mayor al previsto inicialmente del uno por ciento, una inflación anual promedio del 7,4 por ciento y una suba promedio similar del dólar, es decir acompañando la evolución de la inflación.
Los números macroeconómicos auspiciosos que maneja el gobierno revelan un grado de optimismo que no guarda relación con el escenario internacional, cuando por ejemplo no se percibe una salida para la crisis europea, China ha enlentecido su crecimiento y Estados Unidos todavía no ha salido completamente de la crisis, en tanto estamos perdiendo competitividad con Brasil y Argentina ha cerrado sus puertas a nuestros productos. Aún así, hasta ahora las cosas más o menos se han ido llevando, y ojalá que todavía por muchos años el Uruguay siga gozando de condiciones internacionales beneficiosas, como el bajo costo del crédito y el alto precio de los commodities.
De todas formas, una cosa es que haya resistencia a la austeridad y por ende a la reducción del gasto, y otra muy distinta que se insista en seguir repartiendo el dinero de todos los uruguayos sin condicionarlo a resultados, en algunos casos, y en otros a volcarlos a inversiones y políticas que no tengan retorno para generar el círculo virtuoso que surge de la sustentabilidad.
Así, está planteada la discusión para esta semana respecto a si hay que quedarse en el 4,6 por ciento del PBI para la educación y no incrementarlo o si hay que otorgar otra partida en la Rendición a cambio de compromisos de gestión medibles, aspecto en el que no habría disposición del Ministerio de Economía teniendo en cuenta los magros resultados en este sector pese al aumento significativo de los recursos asignados en los últimos años.
Otro rubro para el que hay fuerte demanda de dinero es el de las políticas sociales, para lo que hay en danza cien millones de dólares para cumplir “compromisos programáticos”, como el de la reducción de la pobreza a un dígito, teniendo en cuenta que en 2011 era del 13,7 por ciento de la población.
La realidad indica que seguir asignando dinero para “reducir” la pobreza con políticas asistencialistas es hacerse trampas al solitario, por cuanto la salida de la pobreza de estas familias durará mientras se mantenga la transferencia de recursos desde el Estado, porque no se atacan las causas del problema sino los efectos.
Y si la idea es seguir con déficit fiscal significativo pase lo que pase, --si no se logra superávit fiscal con la bonanza actual, no sabemos cuando se piensa lograrlo-- lo menos que se puede exigir es condicionar el gasto a resultados y dar prioridad a la inversión en infraestructura, para hacer sustentable este crecimiento coyuntural que nos viene de las condiciones internacionales favorables.
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