Paysandú, Jueves 24 de Mayo de 2012
Opinion | 18 May En las últimas horas el Senado de la República aprobó las venias para que Milton Romani y Duncan Croci de Mula ejerzan el cargo de embajadores ante la Organización de Estados Americanos (OEA) y Colombia respectivamente, haciendo lugar a la propuesta formulada por el Poder Ejecutivo para estas designaciones, como establecen las normas.
En este caso las nominaciones para los cargos, pese a la potestad ejercida por el Poder Ejecutivo, no parten de similares conceptos para la elección, por cuanto Romani pasa a ejercer estas funciones por razones políticas, en tanto hombre de confianza del gobierno y naturalmente, adherente al Frente Amplio, mientras que Croci llegó a este cargo por su carrera diplomática.
Con la designación de Romani se llega a la vigésima designación de embajador por la Administración Mujica por razones de confianza política, y no de carrera, lo que siempre arroja un manto de duda sobre la real capacidad y manejo de las cuestiones diplomáticas por quienes acceden de esta forma a estas funciones.
El nombramiento de Romani ante la OEA dio lugar a una discusión en el Senado, dado que su postulación generó un fuerte rechazo de la oposición, en particular del senador colorado Pedro Bordaberry, en tanto el senador oficialista Carlos Baráibar destacó la importancia de tener embajadores de confianza.
Blancos y colorados acusaron al Frente Amplio de restar profesionalidad al servicio exterior, incluyendo el presidente del Directorio del Partido Nacional, Luis Alberto Heber, quien consideró que “es un desastre que sigan nombrando embajadores de confianza, perdemos prestigio”.
Por supuesto, el Frente Amplio no inventó las designaciones “de confianza” en el servicio exterior y puestos jerárquicos y medios en la administración, y tanto blancos como colorados en su momento alternaron designaciones diplomáticas entre cargos de confianza y de carrera, solo que el actual partido de gobierno llegó al poder haciendo hincapié en que serían designados los mejores hombres para cada cargo, sin importar el color político, pero las palabras han ido por un lado y los hechos por otro.
En contraste con los veinte cargos diplomáticos de confianza por los que ha optado el presidente Mujica, el gobierno de Jorge Batlle designó en su período de gestión a cinco embajadores sin pasar por la carrera diplomática, por lo que el presente gobierno cuadruplicó estas designaciones, que pasan por encima de quienes han estudiado y hecho mérito para ser objeto de estos cargos.
No está muy lejos el episodio protagonizado por uno de los embajadores de confianza, durante el gobierno de Vázquez, cuando ejerciendo estas funciones en la Embajada en Italia, se encontraba de vacaciones en España, sin dar cuenta de que estaba fuera del país y su ausencia impidió que fuera legalmente inculpado uno de los acusados por violaciones a los derechos humanos en nuestro país.
La remoción inmediata del diplomático omiso no repara las connotaciones ni las consecuencias de su acción, ni deja de poner en evidencia la falta de profesionalidad y la especie de impunidad que siente quien se mueve en el cargo por confianza política. El punto es que cuando se ha llegado al gobierno con la premisa de los mejor calificados para cada cargo, y cuestionando lo que hicieron antes en esta materia quienes lo precedieron, lo menos que se puede hacer es cuidar las apariencias, para empezar, pero en realidad la izquierda no ha hecho otra cosa más que repetir la historia, y con mayor acento.
Una práctica que es por cierto generadora de mayor descrédito en el sistema político, porque todos los partidos han perdido la inocencia llegado el momento, y han quedado en pie de igualdad, sin tener la autoridad moral ni ética para arrojar la primera piedra. Pero si estas designaciones masivas son cuestionables en cualquier área, mucho más lo son en el área diplomática, donde se necesita profesionales que conozcan al dedillo el mundo diplomático, lo que es fundamental para un país pequeño como Uruguay, que también necesita imperiosamente diversificar mercados y hacer que sus representantes trabajen codo a codo como promotores de la diversidad de productos exportables para nichos de mercados en todo el mundo, en lugar de actuar como representantes ideológicos del gobierno de turno.
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