Paysandú, Domingo 27 de Mayo de 2012
Opinion | 21 May Richard Garré, Matías Galimberti y Alfredo Causa, del club “S.H.I. Designs”, obtuvieron en Pittsburg, Pensilvania, en la Intel-ISEF 2012 el primero de diez terceros premios en la categoría “Ingeniería: Electricidad y Mecánica”, galardón que les valió 1.000 dólares, pero especialmente el reconocimiento de su creatividad que culminó en una silla de ruedas controlada por la voz.
Lo mejor es que, como tantos grandes inventos, surgió de la observación de un problema cuando uno de ellos vio en Guichón a una joven cuadripléjica que iba desde su casa al lugar de estudios por la Ruta 90, en una silla de ruedas.
La idea fue, como siempre, el combustible que impulsó la iniciativa. A un problema, una solución como la de utilizar la voz para mediante una computadora transformarla en funciones que movieran el motor y el sistema direccional.
El proyecto fue ejecutado con ayuda de un orientador, Sergio Capillera, y otros docentes y amigos del grupo, del Instituto Tecnológico Superior de Paysandú (ITSP). Primero fue tan solo una tarea para culminar el año, pero pronto se transformó en algo mayor, más importante, en un proyecto que podía beneficiar a las personas impedidas de caminar, en una iniciativa de comunidad.
Debieron dedicar cientos de horas a solucionar desde cero cada uno de los problemas que se fueron presentando. Sin toda la preparación deseada, sin la experiencia que hubiera ayudado, pero poco a poco, la silla de ruedas con comando a voz se fue haciendo realidad. Hoy lo es, y no solamente ha sido reconocida a nivel local y nacional, sino también internacional.
Es tiempo de regocijo y eso es bueno. Pero en realidad hay que comenzar a mirar hacia adelante. Lo más importante debería estar por venir. Porque probado que la silla de ruedas controlada por voz es mucho más que un proyecto juvenil, que tiene aplicaciones concretas y claras en la vida cotidiana y que puede resultar de gran ayuda a quienes no pueden caminar por sus propios medios, lo que queda es construirla industrialmente.
La cuestión es si el país dejará escapar otra oportunidad de una industria con evidentes posibilidades de éxito, si habrá inversores nacionales con la suficiente visión para facilitar el dinero que permita culminar la investigación para llegar a un prototipo industrial, o si simplemente veremos cómo estos jóvenes talentos sanduceros son captados por capitales de otras naciones. Cuando todo ha pasado nos lamentamos por la “fuga de cerebros” pero cuando se puede no siempre se actúa. Estos jóvenes demostraron que su invento es bueno y reconocido en ferias internacionales. Lo que merecen es el apoyo del Estado liberando engorrosos trámites y de financistas e inversores que deben hoy tener la capacidad para vislumbrar las ganancias del futuro.
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