Paysandú, Lunes 28 de Mayo de 2012
Opinion | 22 May En la edición de ayer dábamos cuenta de una conmemoración que conlleva todo un símbolo y un mensaje para Paysandú, cuando se cumplieron 69 años de la creación de Azucarlito, un hito en la historia industrial de nuestro departamento, con directo impacto en el quehacer socioeconómico local y la calidad de vida de miles de familias sanduceras. En aquel entonces varios prohombres, con el apoyo de la sociedad sanducera en su conjunto, promovieron el Paysandú industrial que desde la década de 1940 ha marcado un antes y un después en la vida de los sanduceros, al generar fuentes de empleo genuinos para miles de sanduceros y sus familias, así como reciclar cuantiosos recursos en nuestro medio por infraestructura de apoyo y empleos indirectos.
Sin dudas que eran otros tiempos, en los que en realidad había en vigencia medidas proteccionistas de un Estado que promovía el trabajo dentro de fronteras, y que en este caso trajo una descentralización, desde que hasta entonces solo había emprendimientos de este tipo en Montevideo, y nacieron así además de Azucarlito, Paylana, Paycueros, a los que sucedieron entre otros Famosa, y emprendimientos citrícolas y forestales, más recientemente, en base a los escenarios que se fueron dando.
Toda inversión es mucho más que el dinero que se vuelca para determinado emprendimiento, naturalmente, porque los puestos indirectos y la infraestructura consecuente son también factores regeneradores de riqueza, de circulación de dinero. Por lo tanto, cuando desaparece un complejo agroindustrial de envergadura queda un vacío muy difícil de llenar, por lo que no solo es preciso potenciar y ampliar los ya existentes, sino a la vez tratar de generar condiciones para no perder los que han sido creados con una alta dosis de esfuerzo y sacrificio.
Prueba de esto es que cuando se discontinuó el cultivo de remolacha en Paysandú, en la década de 1990, dejaron de circular en Paysandú un estimativo de unos doce millones de dólares al año, y quedaron en banda muchos pequeños talleres y emprendimientos menores que hasta ese entonces no tenían conciencia que vivían indirectamente de la remolacha.
La reconversión a refinador de crudo importado por imperio de las circunstancias permitió mantener la fuente de empleo para un núcleo muy reducido de trabajadores, eminentemente zafral. Pero anteriormente se había registrado un giro parcial de la empresa hacia la explotación citrícola a través de una “hija” de Azucarlito, Azucitrus, que existe hasta hoy, y se crearon otros complejos agroindustriales similares, que han pautado una nueva etapa de creación de riqueza en Paysandú. A ello se han agregado asimismo inversiones en otros rubros, como los emprendimientos forestales, y en menor medida otros cultivos novedosos, como el de los arándanos, sin olvidar aportes en el área de los lácteos y explotaciones agrícolas que en gran medida están sosteniendo el andamiaje productivo sanducero y regional, en ancas de buenos precios de los commodities. Lamentablemente en el caso de los cítricos que mencionamos al principio se está atravesando una crisis que se ha extendido demasiado tiempo y por ende se pone en riesgo la subsistencia de estas explotaciones.
Este panorama, al que debemos agregar naturalmente el trance de una fábrica emblemática como Paylana, que ha cesado sus actividades y se ha centrado la apuesta en la gestión cooperativa, con apoyo financiero a través del Fondes, en un entorno internacional particularmente difícil para los textiles, nos habla de luces y sombras en un escenario departamental que ha sido afectado en su momento por el ingreso al Mercosur, y donde hay un desempleo notoriamente mayor al que indican las estadísticas, con puestos de trabajo de baja calidad y precarios, en abierto contraste con el de calidad que ofrecían en su momento las grandes fábricas.
Sin embargo, por otro lado se ha recuperado el puerto sanducero –para lo que precisamente el aporte de Azucarlito ha sido fundamental--, olvidado por muchas décadas, como palanca para el desarrollo productivo de la región, con inversiones que han permitido incorporar una gran grúa portacontenedores, reforzar muelles y mejorar sensiblemente la infraestructura, a la vez que día a día, pese a las dificultades, tenemos sobradas pruebas de que el espíritu inquieto y removedor de los sanduceros se manifiesta en aportes en diversas áreas.
Es cierto, no es fácil compensar los grandes emprendimientos fabriles en dificultades, ni ofrecer alternativas válidas al subempleo, porque además los tiempos han cambiado y es preciso adaptarnos a ellos, para bien o para mal. Pero sí es tiempo de dejar de llorar sobre la leche derramada, de dejar de buscar culpables aquí y allá, para pensar y actuar en positivo apostando a la innovación, a la educación, al esfuerzo personal y colectivo, a considerar que pese a todo, lo mejor está por venir, más allá de todo lo bueno que añoramos del pasado.
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