Paysandú, Lunes 28 de Mayo de 2012
Opinion | 23 May En un discurso de 41 minutos en el 95º Congreso de la Federación Rural realizado en Aiguá, el ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Tabaré Aguerre, ante los planteos de los dirigentes gremiales, enfatizó que “el agro en Uruguay no está estancado”, apuntando fundamentalmente a responder a expresiones vertidas minutos antes por el dirigente Ing. Agr. Joaquín Secco, y el economista Julio de Brum, en relación con los problemas de competitividad en el sector.
Aguerre, saliendo en defensa del gobierno y de sus políticas, hizo hincapié en que sin recurrir a estadísticas “apelo a que cada uno analice si su situación productiva está peor o mejor”, y en tal sentido señaló que en el año 2000 Uruguay exportó en productos agropecuarios 373 millones de dólares y en 2011 más de 1.600 millones. Agregó que los precios no se multiplicaron por seis, sino que hubo un aumento de productividad, y si bien reconoció problemas de infraestructura, señaló que “no se puede conducir en las rutas sin encontrarnos con camiones y camiones. ¿Cómo el país está estancado y nunca se vendió tantos camiones como el año pasado? ¿Como el país está estancado y el año pasado vendimos 1.300 tractores, un record histórico?”
A la vez el secretario de Estado reafirmó sus planteos señalando que el país no está estancado “debido al empuje de ustedes, la gente”, y consideró que el Uruguay nunca tuvo la inversión que tiene ahora, del 21 por ciento del Producto Bruto Interno, a la vez de recordar que “en el 2002 estábamos fundidos y hoy la rentabilidad del negocio es otro”.
Sin dudas, tanto el representante del gobierno como los dirigentes ruralistas han expuesto posiciones desde sus propios ángulos, y seguramente ninguno de los dos es dueño absoluto de la verdad, e incluso hay aspectos mencionados parcialmente, sin desmenuzar orígenes, causas y consecuencias.
Los dirigentes de las agremiaciones rurales, por su puesto, defienden los intereses de su sector, que en términos generales coinciden con los del país, desde que el Uruguay como es sabido tiene eminentemente una base agropecuaria, y si le va bien al agro le va bien al país, por lo que el gobierno de turno debería tener particular interés en potenciar la producción agropecuaria por encima de coyunturas, porque al Uruguay le va la vida en la cruzada.
Las alusiones de Aguerre a la situación que vivía el agro hasta 2002 y la evolución que ha tenido hasta nuestros días le da la razón al señalar que el sector no está estancado, teniendo en cuenta que se han multiplicado por seis los valores que se exportaban en 2000, pero al cuestionar en su discurso la evaluación de los técnicos de la Federación Rural el secretario de Estado solo habla de ingresos por producción global, sin ingresar en otras consideraciones. Ahora, para evaluar el escenario en que nos encontramos, debe tenerse presente que en 2002 estábamos ante un piso de las cotizaciones internacionales y a la vez sufriendo luego la catástrofe de la epidemia de aftosa en la región, por lo que hay parámetros que no pueden compararse y que dependen de avatares locales e internacionales.
En este último aspecto es evidente que desde entonces se han multiplicado las cotizaciones de los commodities, al mismo tiempo que se han incrementado sustancialmente las superficies implantadas de soja y otros cultivos, a la vez de entrar en producción implantaciones forestales, entre otros rubros. Esto impulsó el crecimiento explosivo de la producción agropecuaria no sólo en Uruguay, sino en buena parte de América Latina, y por ejemplo hubo un gran desarrollo desde Brasil a Paraguay o Argentina, cuando en este último caso hasta se desincentivó el crecimiento mediante detracciones y cierre a las exportaciones para favorecer el mercado interno.
Precisamente esto ha incidido en la disposición de productores argentinos para invertir en nuestra orilla, en tanto el gobierno ha tenido el mérito de no hacer realidad el prometido “temblar las raíces de los árboles”, sino que en líneas generales ha mantenido las reglas de juego para dar un marco jurídico estable para la inversión y desenvolvimiento de los productores, aunque incorporado últimamente un impuesto como el ICIR, supuestamente para combatir las concentraciones de tierras, pero muy resistido por las gremiales agropecuarias.
Quiere decir que casi con piloto automático se ha dejado crecer al agro en base a un escenario internacional muy favorable, y por cierto que los impuestos que ha pagado en todo este período el sector ha sido factor importante en la recaudación fiscal que se ha logrado sobre todo en los últimos años, teniendo en cuenta que se ha incorporado a la vez infraestructura en torno a las grandes explotaciones.
No estamos estancados, dice bien el ministro, aludiendo a la cantidad de camiones y tractores comprados y el porcentaje de inversión, pero a la vez como bien dice esta dinámica se “debe a ustedes”, a los actores privados, a quienes el Estado debe generar condiciones para que reinviertan y apuesten a la modernización y la productividad.
Es decir que el Estado y los productores son parte de una ecuación, de cuyo éxito depende en gran medida la suerte del país, y ámbitos como estos congresos deberían propiciar escenarios de intercambios constructivos de puntos de vista, de conciliación y de evaluación de acciones posibles para entre todos potenciar la capacidad productiva del país, antes que de intercambio de reproches.
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