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Paysandú, Viernes 01 de Junio de 2012

Luz, cámara, documental

Opinion | 28 May Cuando los hermanos Lumière filmaron “La salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir”, en 1895, lo que hacían era filmar un documental. Cuando Robert Flaherty filmó “Nanook el esquimal”, en 1922, lo que hizo fue otorgarle mayoría de edad al género.
En Uruguay, que nunca ha tenido una filmografía nacional estable e industrial, en los últimos años se ha venido desarrollando, a impulso de pequeñas productoras y --especialmente-- de creativos, un puñado de películas que poco a poco han ido colocando al país en el ámbito de los festivales internacionales. En general, se trata de títulos de ficción, pero también se han colado algunos documentales.
Hace pocos días se presentó en el London International Documentary Festival (LIDF), “Frayland”, el documental del sanducero Ramiro Ozer Ami y de Sebastián Mayayo, otra película documental, esta sobre el conflicto entre Uruguay y Argentina por Botnia. Un ejemplo más, no el único, porque hay muchos, como el famoso “Perejiles”, de Federico González, sobre la gente que se cuela en los vernissages.
No obstante, “Frayland” tiene como diferencia que uno de sus directores y productor es sanducero, más allá que no hizo en Paysandú la película. Nuestro departamento tiene pocos ejemplos de producciones cinematográficas o de televisión con rigor cinematográfico. Se justifica en parte por la falta de equipamiento técnico adecuado o incluso por la falta de profesionales que puedan destinar tiempo y esfuerzo para la filmación de una película, cuando deben ocuparse de aquellas áreas profesionales de las cuales viven. Peor todavía, no hay quien produzca en Paysandú, es decir quien aporte el dinero necesario para financiar una producción, sea de ficción o documental.
No obstante, en el plano estrictamente documental, que es donde precisamente en el país se está dando --aunque como siempre a la uruguaya, poco a poco-- un boom, ciertamente hay muchos buenos temas que pueden inspirar a los sanduceros, tanto a los profesionales de la imagen en movimiento como a quienes sean aficionados.
El arte de contar las historias que otros viven no solamente resulta fascinante, pues representa una mirada al presente que será historia, sino que también es dentro de la industria cinematográfica --generalmente-- el de menor costo. Es el único que puede hacerse prácticamente sin inversión, dependiendo claro está del tema elegido. Por lo tanto, cualquier fiesta popular sanducera puede ser retratada en el cine documental con muy poca inversión económica, pero dependiendo del punto de vista, con gran resultado. Lo mismo pasa con algunas historias personales de sanduceros ejemplares.
El cine documental se expande en Uruguay. Aún no en Paysandú. Quizás ya es tiempo.


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