Paysandú, Martes 05 de Junio de 2012
Opinion | 31 May La problemática de la droga en sus diferentes manifestaciones se proyecta sobre la sociedad, con consecuencias diversas, pero seguramente más allá de la drogodependencia inevitable, uno de sus efectos más perjudiciales es la exacerbación de la delincuencia, de la violencia irracional e inexplicable.
Por lo tanto estamos ante un tema que no solo atañe a los directamente involucrados y sus familiares, sino a toda la sociedad, de formas diversas, y como tal debe ser evaluada y considerada, sobre todo porque los porcentajes de incidencia siguen en aumento en el país.
De acuerdo a la información divulgada recientemente por la Junta Nacional de Drogas, en el último año el 74 por ciento de los uruguayos consumió alcohol, el 33,9 por ciento tabaco y el 1,9 por ciento cocaína. A la vez el 1,1 por ciento de la población probó pasta base alguna vez en su vida y en los barrios periféricos de Montevideo la prevalencia de esta droga es del 4 por ciento.
Estos datos confirman que una droga socialmente aceptada como el alcohol es la de mayor prevalencia, desde que 9 de cada diez uruguayos la ha probado alguna vez en su vida, el 74 por ciento tomó alcohol en los últimos doce meses y el 55,3 por ciento lo ha hecho en los últimos treinta días.
En el caso del tabaco, hay una caída en el consumo, pero ello se da solo en los hombres, en tanto ha aumentado en las mujeres jóvenes. El 33,9 por ciento de la población ha consumido tabaco en el último año, y si bien este descenso se considera como un éxito de la campaña antitabaco encarada durante la Administración Vázquez, es evidente que los resultados de esta campaña son mucho más importantes y beneficiosos en lo que refiere a proteger a los uruguayos que no fuman del humo perjudicial de los que sí lo hacen en ambientes cerrados, que en reducir efectivamente el consumo.
Ahora, de los mismos estudios de la Junta Nacional de Drogas se desprende que el mayor aumento se ha verificado en el consumo de marihuana, que ha pasado del 5,5 por ciento en 2006 a 8,3 por ciento en actualidad, lo que significa un crecimiento no menor al cincuenta por ciento en seis años, con el mayor porcentaje en Montevideo, que es dos veces y media el del Interior, así como un 20 por ciento de los uruguayos admite haberla probado alguna vez. Asimismo, la mitad de los uruguayos que consumen marihuana diariamente han manifestado signos problemáticos de dependencia.
En tanto, el secretario de la Junta Nacional de Drogas, Julio Calzada, expresó a El País que comparte el proyecto de legisladores del Frente Amplio que permite el autocultivo de hasta ocho plantas de marihuana, debido a que cumple con el objetivo de “separar el mercado ilegal con el legal”. El problema con este planteo es que indirectamente se da el mensaje de se está ante una simple adicción y no ante una droga potente que afecta los sentidos y tiende a aislar del mundo a quienes la consumen.
Aunque el planteo formulado hace ya más de un año por la Juventud del Partido Socialista y de jóvenes de la Vertiente Artiguista para legalizar el autocultivo de marihuana no ha entusiasmado a la izquierda ni a la Junta Nacional de Drogas, el Frente Amplio decidió presentar un proyecto de ley para despenalizar el cultivo de marihuana para uso personal.
La iniciativa tendría receptividad en algunos legisladores jóvenes de los partidos de oposición, pero se desconoce en cambio qué ambiente habría para obtener las mayorías necesarias ni cual es realmente la posición “oficial” del Poder Ejecutivo respecto a este planteo.
Por lo pronto, aún teniendo en cuenta lo expresado por Calzada, el presidente de la Junta Nacional de Drogas, Milton Rompani, había declarado el año anterior que “este es un tema que ya se ha discutido en otro momento y que sería bueno que se busque cuáles fueron los fundamentos en cuestión para no legalizar”.
“La marihuana es, como todas las drogas, algo que hace daño y fumarla es perjudicial para la salud y el argumento de que no hace nada no es válido”.
Seguramente hay infinidad de elementos a evaluar antes que promover un proyecto de estas características, pero la primera reflexión que surge a partir de esta inquietud es si en un país donde buena parte de la juventud ni estudia ni trabaja (jóvenes “ni – ni”), realmente no deberían dedicarse los esfuerzos en mejorar otras cosas antes de pensar en la legalización del cultivo de cannabis para consumo propio.
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