Paysandú, Jueves 07 de Junio de 2012
Opinion | 02 Jun A esta altura ya no es un secreto para nadie que desde hace por lo menos un quinquenio el Uruguay se ve beneficiado por condiciones internacionales muy favorables, con una elevada cotización de los commodities, a lo que se han agregado bajas tasas de interés, e incluso superado algunos avatares como la crisis en Estados Unidos y luego la europea –todavía en proceso-- que hasta ahora apenas nos han rozado.
También hemos señalado en más de una oportunidad que estas condiciones han sido inmejorables para encarar reformas estructurales que nos permitieran por ejemplo generar infraestructura de apoyo a sectores productivos, y a la vez estar en condiciones de respaldar una imprescindible reforma del Estado, y fundamentalmente, tender a establecer un colchón de recursos mediante disciplina fiscal y contención del gasto público, para tener un mejor perfil cuando las cosas en el mundo ya no nos favorezcan tanto y podamos sufrir perjuicios, como país pequeño y dependiente que somos.
Pero el gobierno, tanto el anterior como el actual, han desarrollado políticas procíclicas, y han gastado hasta el último peso adicional generado por la bonanza, apostando tal vez a que todo va a seguir rodando bien por décadas, apoyados en la receptividad internacional a nuestros productos. Ojalá que así se de, pero no hace falta tener la bola de cristal para inferir que si no se apuesta a dar sustentabilidad al escenario socioeconómico interno quedaremos expuestos a que corramos la misma suerte que la cigarra en la fábula con la hormiga.
En esta línea, en las últimas horas el director académico de Ceres (Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social), economista Ernesto Talvi, subrayó que Uruguay desaprovechó la exuberancia económica de los últimos años para mejorar su capacidad de producir y es vulnerable ante un recrudecimiento de la crisis europea por su déficit fiscal estructural de 6,1% y el financiamiento del gasto privado.
El economista se basó en datos históricos para anunciar que ante un contexto más adverso se observará “una reversión muy severa en los flujos de capitales” que arriban al país y otros emergentes, lo que “inevitablemente” afectará la actividad económica y traerá una fuerte devaluación, pero sin una crisis bancaria ni de deuda.
A juicio del economista la “exuberancia” que atraviesa Uruguay en sus indicadores de producción, pobreza, empleo y salarios no se deben a avances en la estructura del país, sino a “algo que por ahora estamos recibiendo de prestado” por la llegada de capitales que no encuentran atractivo en el mundo desarrollado.
Pero por otro lado debe tenerse presente que esta postura inmediatista y de vivir el momento no es patrimonio exclusivo de nuestro gobierno, sino que es común denominador para América Latina y algunos países emergentes de otras regiones.
Es oportuno traer a colación reflexiones vertidas en su momento por el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis A. Moreno, a propósito del escenario que presenta América Latina en el contexto socioeconómico internacional, sobre todo porque estamos inmersos en la región y Uruguay, con sus propias características, fortalezas y debilidades, encaja en la apreciación general de una región que depende de la exportación de sus productos primarios, precisamente de lo que ha salido favorecida con la tendencia de los últimos años en los mercados mundiales.
Pero sin dudas hay una recomendación del jerarca, que es de rigor destacar y evaluar en su real dimensión, cuando considera que la región enfrenta como mayor riesgo la “complacencia”, es decir el asumir que estamos ante un escenario poco menos que permanente, en el que nos va a bien, y que por lo tanto lo aconsejable es seguir actuando de la misma forma de cara al futuro.
Este es un elemento que hemos puesto sobre el tapete cientos de veces desde nuestras páginas, porque indica una falla notoria en cuanto a la percepción del escenario mundial y el papel que cumple Uruguay y la región, que hasta ahora ha sido el de suministrar materias primas que coyunturalmente tienen alta demanda, principalmente en Asia y se están pagando a buen precio. Moreno lo pone en sus justos términos cuando advierte de los riesgos de “pensar que como las cosas van bien no hay nada que arreglar. El espíritu de hacer reformas no puede depender de que haya crisis o no, sino que tiene que ser constante. Además está el peligro de tirar plata a los problemas y obligar al Estado a asumir costos insostenibles”.
Este escenario sobre el que advierte el jerarca en la región cae como anillo al dedo al Uruguay, que podría estar repitiendo errores históricos de épocas en que como hoy, lo poco que producimos con ventajas es lo que el mundo paga mejor.
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