Paysandú, Jueves 07 de Junio de 2012
Opinion | 06 Jun De acuerdo a trascendidos periodísticos, el presidente José Mujica habría autorizado el proyecto de construcción de un nuevo edificio para sede del Banco de la República –por supuesto, en Montevideo-- al que se cataloga de edificio “inteligente” con oficinas VIP y que insumiría un costo no menor a los cincuenta millones de dólares.
En realidad se trataría del “reflote” de un proyecto que fue planteado durante la Administración Vázquez, y que fue entonces descartado por el ex mandatario cuando la oposición divulgó el proyecto y se encontró con un clamor popular adverso a este gasto, sobre todo para el llamado “banco de los uruguayos” y que cumple fundamentalmente el papel de ser el apoyo crediticio por excelencia de los sectores productivos y sectores sociales menos favorecidos.
De acuerdo a la información que proporciona el diario El País, si bien la obra ya fue autorizada por Mujica, por el momento no ha sido aprobada por el Directorio de la institución, aunque no se descarta que el tema pase a la consideración de la cúpula del organismo a efectos de promover el proyecto.
Según éste el edificio ocuparía la manzana ubicada en las calles Piedras, Zabala, Rambla 25 de Agosto y Solís, es decir al fondo de la actual sede del banco en la Ciudad Vieja. Pero debe tenerse presente que la institución ya cuenta con una gran casa central y la sucursal 19 de Junio, todas en la capital, lo que indica que en materia edilicia las necesidades no son precisamente prioritarias, y mucho menos el carácter del gasto.
Pero para quienes viven en el mundo particular de una institución o un organismo, sobre todo en Montevideo, suele ocurrir que el eje del mundo pasa por lo que suceda o deje de suceder en la institución, y consideran que poco debería interesar a quienes son ajenos lo que se haga con “su” dinero.
El presidente del Partido Independiente, Pablo Mieres, evaluó al respecto, con mucho tino, que “en el Estado hay el síndrome de la opulencia en algunas de sus reparticiones, y en entonces, en vez de mirar lo que está ocurriendo en el mundo y darse cuenta de que pronto vamos a estar en dificultades, parece que siguen viviendo en el país de las maravillas”.
Es cierto, por ahora estamos solo ante un trascendido, pero como sostiene el refrán “cuando el río suena agua trae” y los antecedentes en la materia no son alentadores ni mucho menos. Tenemos así que con el dinero de todos los uruguayos se ha construido recientemente a nuevo el lujoso auditorio del Sodre, un organismo eminentemente capitalino al que poco y nada se conoce en el Interior, y menos aún en las pequeñas localidades a lo largo y ancho del país. El punto es que la obra costó “al menos” (porque nunca se comunicó oficialmente el gasto total) cincuenta millones de dólares, pero sirve a un organismo que tiene el 99 por ciento de su estructura y funcionamiento en la capital, y solo caen de vez en cuando algunas migajas hacia el norte del Santa Lucía.
Además, en esta obra típicamente centralista, no hay un partido que pueda acusar a otro del despilfarro, desde que lo que empezó con uno se siguió con otro y terminó en un tercero, durante la Administración Vázquez, en todos los casos apoyando el proyecto para enriquecer el acervo cultural y edilicio capitalino.
En la misma línea se situó el lujo de la miseria que significó la construcción de la Torre de las Telecomunicaciones de Antel durante el gobierno del ex presidente Julio María Sanguinetti, a un costo estimado en cerca de ciento cincuenta millones de dólares, que también fue muy cuestionada en su momento pero igualmente se llevó adelante.
En el caso del BROU, pese a estos ejemplos incontrastables, la historia va por el mismo camino, porque al síndrome de la opulencia que mencionó Pablo Mieres se agrega el “síndrome del pedestal” en que se coloca la dirigencia nacional enquistada en Montevideo, donde se considera al país solo desde la óptica capitalina, al punto que la intendente Ana Olivera hasta llegó a anunciar que promovería un proyecto de ley de “capitalidad”, de forma de obtener compensación económica del Estado por el presunto “costo” que le significa a Montevideo ser capital, sin tener ningún (¿?) beneficio por esta calidad.
Al fin de cuentas, al parecer el gobierno de Mujica se dará el gusto de brindarle a Montevideo su propio “Plan Fénix”, para que nuestra capital siga luciéndose con los recursos que extrae de todo el país.
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