Paysandú, Jueves 07 de Junio de 2012
Opinion | 06 Jun El terrible flagelo de las muertes y los heridos graves en accidentes de tránsito que golpea a los motociclistas se expande por todo el país. La crónica policial prácticamente todos los días refleja muertos y heridos graves.
No hay dudas que quienes viajan en moto están menos protegidos que quienes lo hacen en automóviles u otros vehículos de mayor porte. Pero de todas maneras hay que indicar que esos transportes en dos ruedas en general son seguros si se toman las precauciones necesarias, lo que por otra parte es una exigencia cuando se conduce cualquier tipo de vehículo.
Pero por algo ocurren tantos accidentes. Probablemente el primer motivo sea la propia importación de motos. En el afán de importar vehículos más baratos, se opta por reducir la calidad del producto, ya sea en los cobertores plásticos, en los sistemas de freno o en otros. Las motos cada vez son más baratas, es cierto. Pero también menos seguras.
Por otro lado, hay que considerar el creciente descuido con que nos enfrentamos al tránsito. Todos los actores, no solamente los motociclistas, pero a ellos les repercute más directamente pues cualquier accidente es más grave en dos ruedas.
Otro aspecto es la capacidad para conducir. Es cierto que es muy sencillo guiar una motocicleta. Pero “saber” conducir en el tráfico es otra cosa, donde no solamente hay que conocer las normas sino también comprender la capacidad de reacción de cada uno, entender las limitaciones de los vehículos y saber anticiparse a cualquier imprevisto.
Asimismo, el uso o no uso de casco protector es determinante para la estadística. Se nota en Paysandú que --si se compara con un par de años atrás-- hay más motociclistas que usan este indispensable complemento de seguridad. Pero aun hay muchos que no lo usan.
La disminución del uso del casco protector se evidencia en las noches de fines de semana. Ocurre que quienes van a bailes o fiestas privadas, no quieren usarlo porque luego no tienen donde dejarlos. En ese sentido, la autoridad respectiva debería exigir a los locales bailables y a todo quien organice una fiesta, así sea su propio casamiento, que establezca una guardería de cascos. Y si no lo hace, simplemente cancelar la actividad. Sin miramientos, sin excusas. Quien no tenga una guardería de cascos de tamaño suficiente no puede realizar reuniones públicas. Una noche de diversión ni vale ni remotamente lo que una vida.
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