Opinion | 02 Jun De acuerdo a los resultados de estudios de la escuela de negocios IMD, Venezuela ha sido el único país que tuvo un desempeño peor que el de Grecia en el estudio anual de competitividad global, lo que indica que la trama socioeconómica del país caribeño mantiene el rezago que lo ha caracterizado durante décadas en el subcontinente.
Venezuela, bajo el gobierno “revolucionario bolivariano-socialista” de Hugo Chávez, se ubica en el último lugar entre 59 países debido a su falta de “un medio legal efectivo” y de “competencia en el gobierno”, en tanto la nación que le precede, Grecia, en el puesto 58, se encuentra en este lugar por “falta de competencia en el gobierno” y de cultura de “investigación y desarrollo”.
Ocurre que para la nación caribeña estar en este poco distinguido puesto no es ninguna novedad, desde que había caído al último lugar ya el año pasado, pero sí debe traerse a colación que las “reformas” socialistas de Chávez solo la han sumido en mayor pobreza y falencias en el desarrollo económico que se traducen en este déficit en la competitividad.
La riqueza petrolera de Venezuela, pese a los enormes ingresos de sus exportaciones de oro negro, no le han permitido generar mejoras sustanciales en la calidad de vida de su población, sino que ha sido desaprovechada por el régimen actual, como por los anteriores gobiernos, para por lo menos crear una infraestructura productiva mínima, con fuentes de trabajo en áreas genuinas tanto para productos primarios como de servicios.
El ejemplo venezolano pone de relieve una vez más que la disponibilidad de riquezas naturales no asegura que un país pueda sentar bases reales de desarrollo si no se tiene un Plan B asumido y en ejecución, así como que aún cuando todavía hay quienes ven en Chávez una suerte de cruzado del nuevo socialismo, queda claro que sólo se sostiene por los miles de millones de dólares que le entran por la venta de petróleo. Y todavía, le va mal.