Paysandú, Miércoles 13 de Junio de 2012
Opinion | 11 Jun Uruguay es un país relativamente joven que apenas ha celebrado su bicentenario. Su historia, como la de tantos otros países, se ha construido con grandes hombres, esos que hoy honramos desde el bronce, desde la memoria y desde el respeto a su legado. Pero también con muchos hombres y mujeres comunes que contribuyeron a su progreso o grandeza sin que quede de ellos documentación alguna. La historia se ha perdido muchos llamados “héroes civiles” como quien denomina la tumba del soldado desconocido, porque esos personajes simplemente no hicieron historia desde la abnegación.
Pero en los últimos años, Paysandú ha tomado desde la conciencia colectiva la tarea de exaltar los valores de solidaridad y altruismo de quienes mediante tareas y actitudes destacadas en favor de la comunidad, aportaron calladamente a su crecimiento.
Desde 1998 y hasta 2005 la ciudad reconoció a 16 ciudadanos ilustres, mujeres y otros tantos hombres. Y desde el año pasado la buena práctica ha sido retomada, agregando otros cuatro nombres a esa selecta lista. En total 20 sanduceros, por nacimiento o adopción, que han sido con justicia destacados como ilustres. Un hueco inexplicable dejado por la anterior administración que dejó sin efecto una celebración que es de todos los sanduceros por igual y sin distinciones, que nada tiene que ver con colectividad política alguna. Pero la historia, por encima de esos años sin ilustres, no olvida a los que sí han sido distinguidos por su empuje, por su generosidad, por su entrega en acciones en beneficio de toda la comunidad.
Sin duda los reconocimientos son importantes porque expresan la voluntad de quienes representando al pueblo que los eligió, rescatan para la historia a los que merecen ser recordados como ilustres. Entendiendo que el término ilustre significa: “célebre, insigne, título de dignidad”, se refiere a aquellos que merecen ser recordados y homenajeados por sus obras.
No obstante, lo que falta es un decreto departamental que establezca con claridad la forma y condiciones de la elección de los ciudadanos ilustres, que hasta hoy sólo está en manos de un grupo de personas que a su leal entender los seleccionan. Es un debe y es tiempo que se cumpla con la formalidad de legislar una distinción que es bien sanducera, que reconoce a los mejores de nosotros, a callados ciudadanos que en su labor diaria hacen mejor la de otros coterráneos. A los ilustres de entre nosotros.
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