Paysandú, Jueves 14 de Junio de 2012

De rescate en rescate, por exceso de gasto

Opinion | 11 Jun La incertidumbre sigue reinando en Europa, donde lejos de aquietarse las aguas tras el salvataje de las naciones del continente a la economía de Grecia a efectos de mitigar su enorme déficit fiscal, se mantiene la desconfianza en los agentes económicos y también está en tela de juicio el generoso régimen previsional que asegura un buen pasar a los adultos mayores una vez transcurrida la vida activa, como así también a los desempleados, entre otros sectores subsidiados a través del Estado.
En las últimas horas se confirmó uno de los peores escenarios para la ya golpeada España por la crisis de deuda europea: el gobierno de Mariano Rajoy solicitó ayuda financiera al Eurogrupo. Así que en conferencia de prensa el ministro de Economía, Luis de Guindos, confirmó el pedido de ayuda pero se negó a dar el detalle de la cifra solicitada, aunque se estima que el Eurogrupo otorgará hasta 100.000 millones de euros.
A cambio de esta financiación europea, que el fondo público español de ayuda al sector bancario inyectará en los bancos que lo necesiten, “no hay ningún tipo de condiciones de reformas económicas fuera del ámbito del sector financiero”, aseguró De Guindos.
El secretario de Estado dijo que la ayuda se limitará a la banca y que el dinero que reciba España es un “apoyo financiero” que no requerirá de reformas de orden macroeconómico como los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal, supeditados a duras políticas de ajuste.
Según el Banco de España, el sistema financiero soporta una cartera de 180.000 millones de euros (223.950 millones de dólares) en activos tóxicos y créditos e hipotecas en riesgo de impago vinculados al colapso de la construcción. En realidad, el “agujero” se circunscribe a cuatro de los 14 principales grupos bancarios del país, tratándose de entidades que surgieron en su mayoría de las fusiones entre antiguas cajas de ahorro, prácticamente desaparecidas por su exposición a la explosión de la burbuja inmobiliaria en 2008.
Según el último informe del Fondo Monetario Internacional, España necesitaría por lo menos 40.000 millones de euros (50.000 millones de dólares) y hasta 100.000 millones de euros en nuevo capital tras la prueba de estrés a la que fue sometido el sector bancario español, sobre todo porque una cosa trae la otra y los capitales han puesto de manifiesto su desconfianza.
Hubo polvos que trajeron estos lodos en España, y es bueno tomar nota de ellos, tanto en el caso del escenario interno del país europeo como en otras naciones a lo largo y ancho del mundo que han caído en similares errores, porque en economía no hay milagros y pese a los avances tecnológicos hasta ahora ha sido imposible reproducir la riqueza como por arte de magia.
El punto es que el nuevo gobierno ibérico que llegó al poder en un aluvión de voto castigo al de Rodríguez Zapatero --que fue responsabilizado por la crisis por el electorado-- tiene ante sí el desafío de poner fin a una época de expansión del gasto público que dio lugar a grandes déficits fiscales, a efectos de sostener esta pirámide de beneficios y estado de bienestar tradicional que ha sido común denominador de varias naciones europeas, lo que incluso se pone de relieve en las economías más poderosas del viejo continente.
El ambiente convulsionado no deja de emitir señales negativas a los mercados, y las mayores economías han optado por aplicar programas de austeridad fiscal con recorte de gastos para ofrecer cierto grado de tranquilidad a los operadores respecto a que las cuentas públicas van a estar en orden y construir una base para un esquema renovado.
Sin embargo, el flamante gobierno de Hollande en Francia trata de promover alternativas en base a “crecimiento” dentro de la crisis y dejando de lado la austeridad.
Es decir que, de alguna manera, el socialismo francés está prometiendo más de lo mismo, sin explicar cómo lo va a hacer y quién va a pagar la fiesta, más allá de los enunciados que naturalmente caen muy bien en la opinión pública, porque no habla de sacrificios –que por lógica nadie quiere hacer-- y sí de seguir en el gasto desmedido que trajo la crisis. Pero aún en las economías más poderosas del planeta todo tiene su límite. Gastar por encima de las posibilidades para sostener esquemas ideales sin sustento real, tarde o temprano termina en situaciones traumáticas de consecuencias impredecibles, y de ello deberían tomar nota quienes parecen no haberse dado cuenta todavía de cómo viene la mano.


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