Paysandú, Sábado 16 de Junio de 2012

Defender la industria, sin antinomias

Opinion | 12 Jun “Pienso que la gente se ha dado cuenta y, si no, debe darse cuenta, que cuando la industria comienza a tener problemas en Uruguay, o en cualquier parte del mundo, es sinónimo de que ese país tendrá problemas a corto o mediano plazo”, reflexionó el presidente de la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU), Washington Burghi, al evaluar el escenario de nuestro país en el sector.
Y trajo a colación, en declaraciones al diario La República, que naturalmente la industria es una parte importante de la economía, pero no el único pilar, al aclarar que “esto no es como la discusión de hace décadas, sobre si un país agropecuario o un país industrial. Hoy el mundo sobrevive por lo menos con tres patas: la industria, el agro y los servicios”, lo que indica un cambio de mentalidad, aún en los empresarios, respecto a que hay una interdependencia de sectores en el tramado socioeconómico que está muy lejos de que estén vigentes las viejas antinomias.
Igualmente, no puede soslayarse que el Uruguay tiene ventajas comparativas para la producción de determinadas materias primas, como los granos, la madera, la carne y la lana, por mencionar los de mayor incidencia, y que los precios internacionales favorables de los últimos años han potenciado esta producción, es decir exportando commodities que a la vez son procesadas fuera de fronteras por quienes las importan. Claramente, en los últimos años en el Uruguay han surgido con fuerza sectores de producciones primarias como los mencionados y el de los servicios, en tanto es indudable que la tercera pata a la que se refiere Burghi no ha mantenido ni mucho menos surgido como soporte del tejido socioeconómico que tuvo en otras épocas.
Y el punto es que no estamos ante un elemento menor, por cuanto la industria conlleva inversiones en tecnología, en infraestructura, en fuentes de empleo de calidad y en generación de valor agregado, al punto que precisamente el que no se agregue en el país se hace afuera y muchas veces se revende a alto precio al Uruguay.
Los problemas que afronta la industria no son por lo tanto un tema que debería importarle solo a los empresarios del sector, sino que son parte de las dificultades de la economía nacional en esta coyuntura favorable de los mercados mundiales, porque seguimos exportando materias primas para dar trabajo en otros países, aún cuando estemos ante precios elevados que promueven las inversiones en el sector y en infraestructura de apoyo, que a la vez se reciclan internamente.
Pero tenemos por cierto el desafío pendiente de la “convertibilidad” de este escenario a fuentes de trabajo genuinas dentro de fronteras, y para ello es fundamental generar estímulos y condiciones para que los industriales vuelquen capitales y reinviertan en una apuesta al futuro que por ahora no se da en la medida deseada ni mucho menos. Es que efectivamente en Uruguay hay problemas de competitividad, y a la vez el creciente proteccionismo mundial --sobre todo en el Mercosur-- son elementos que conspiran contra el desarrollo del sector. Tiene razón Burghi cuando admite que “el Mercosur nunca llegó a funcionar como se firmó. El Mercosur hoy es algo anárquico, que ningún país acata sus decisiones y no tiene tribunales jurídicos con fuerza como para hacer cumplir lo que está en la letra del Tratado de Asunción”.
Igualmente reflexionó, con buen tino, que “Uruguay no puede irse del Mercosur, porque eso significa mudarse y eso para un país es absolutamente imposible”.
Ello indica, como hemos pregonado desde hace tiempo, que la diversificación es la única alternativa viable para un país dependiente como el nuestro. Pero para ello no alcanza con la intención, sino que además del trabajo sostenido en materia de comercio internacional a través de delegaciones, gestiones y misiones comerciales, debe agregarse la mejora de la competitividad, desde que de nada sirve lo primero si a la vez no estamos en condiciones de competir con lo que ofrezcamos.
Lo señala precisamente el dirigente empresarial cuando afirma que “lo que necesitamos es ser más competitivos y que el país tome en cuenta que a veces esa necesidad pasa por el tipo de cambio, a veces por el que los ajustes salariales no se ajusten por arriba de la inflación en algún momento, que las tarifas públicas se acoten a las tarifas internacionales, que tengamos un Estado que es pesado de por sí pero que al menos sea eficiente, y no lo es. Y no vemos que en el último tiempo se haya mejorado la eficiencia”. Es decir, reflexiones que hemos aportado una y mil veces desde esta página editorial, que conllevan decisiones sobre medidas coyunturales por un lado y estructurales por otro; que pudieron y debieron llevarse adelante en los años de bonanza pero que han sido postergadas por seguir viviendo el momento, con otras prioridades, comprometiendo el futuro.


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