Paysandú, Lunes 25 de Junio de 2012
Opinion | 21 Jun Durante algunas horas el presidente uruguayo José Mujica se trasladó a Brasil para encontrarse con su par Dilma Rousseff, porque “tenemos varias cosas que están en curso y que veníamos negociando”, según declaró a la prensa capitalina poco antes de viajar hacia el vecino país.
El encuentro bilateral entre ambos mandatarios en esta oportunidad, según adelantó el mandatario uruguayo, tuvo que ver con el escenario que plantea el Mercosur, en especial a partir del planteo argentino-brasileño de subir el Arancel Externo Común. “Le tengo que manifestar a Rousseff que por lo menos nosotros, Uruguay y Paraguay, como países pequeños tendríamos que quedar afuera de la suba del arancel externo común. No nos conviene y no creemos que le signifique ningún problema a las economías grandes de la región”, sentenció Mujica.
Son plenamente compartibles las reflexiones del mandatario uruguayo, como ya lo hemos señalado en más de una oportunidad, desde que el intento –liderado por Argentina y secundado por Brasil— de elevar el arancel se inscribe en las prácticas proteccionistas que lleva a cabo sobre todo Buenos Aires, ante su particular situación y política económica cada vez más aislada del mundo ante la falta de crédito externo por su default e incumplimiento de compromisos financieros internacionales.
En realidad la suba del arancel al máximo del 35 por ciento, como promueven los dos grandes vecinos, para los productos extrazona, es una forma desembozada de proteccionismo para sus esquemas industriales, muy subsidiados en el caso de Argentina, y que no están en condiciones de competir con producciones de mayor escala y eficientes.
Es así que la próxima semana, en Mendoza, sesionará el Consejo del Mercosur, integrado por los ministros de Relaciones Exteriores y de Economía de los países miembros del bloque, y en este encuentro Argentina habrá de plantear oficialmente la suba del Arancel Externo Común (AEC) al 35 por ciento, es decir al máximo permitido por la Organización Mundial de Comercio (OCDE).
Brasil comparte esta visión en sectores como el textil, la vestimenta, el calzado y los juguetes, que aspira a proteger de los similares provenientes de fuera de la región.
Pero una cosa son los intereses de los industriales argentinos y brasileños y otra muy distinta los de Uruguay, porque acordar junto con las dos grandes economías el AEC al nivel que les sirve, implicaría encarecer en la misma medida estos productos –que no estamos en condiciones de producir en el país-- en nuestro mercado, quedando de rehenes de los grandes del Mercosur.
Recientemente, el vicepresidente Danilo Astori había ya adelantado que Uruguay tiene una postura contraria a la suba del AEC, ya que nuestro país es proclive a la apertura de la economía, aunque el propio presidente Mujica ha señalado que el proteccionismo “es un problema mundial”, para acotar que “hay una ola proteccionista, el mundo tiende a cerrarse” y que “como hay una crisis muy fuerte en Europa, cada cual pretende protegerse. Así vamos achicando y achicando y multiplicando las dificultades. Es una lógica perversa”.
Y precisamente esta “lógica perversa” ya ha golpeado a nuestro país, y esto recién empieza, porque las medidas aplicadas por Argentina y Brasil ya han afectado el comercio con Uruguay, por ejemplo con las exportaciones de manufacturas de origen industrial hacia los dos grandes que cayeron un siete por ciento entre enero y mayo de este año respecto a igual período de 2011. Es decir que nuevamente los intereses no coinciden, como tantas otras veces en que los socios mayores han adoptado medidas en forma bilateral e inconsultas amparados en el tamaño de sus economías respecto a Uruguay y Paraguay, incluso desconociendo el artículo primero del acuerdo regional, que asegura la libre circulación de bienes y personas.
Pero aquí no se termina el tema, cualquiera sea la decisión que se adopte respecto al arancel externo común, porque con acuerdo o desacuerdo de sus socios, Buenos Aires igualmente sigue desconociendo la letra y el espíritu del Mercosur, sigue aplicando restricciones al ingreso de productos uruguayos ignorando las licencias automáticas y sigue embarcado en la tesis de salvarse a toda costa con un superávit comercial que le permita ingresos de dólares para cumplir con los compromisos financieros.
Pero Uruguay está en otra cosa --debe estarlo además--, porque su pequeñez no le deja más alternativas que abrirse al mundo y diversificar el intercambio comercial sin las ataduras que nos quieren imponer en el bloque, buscando sobre todo suscribir tratados de libre comercio que nos abran las puertas todavía cerradas porque no contamos con las preferencias que tienen muchos de nuestros competidores de fuera del bloque.
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