Paysandú, Martes 26 de Junio de 2012

OPINIONES

SOLICITADAS

Locales | 20 Jun Nunca nadie supo imponer orden sin autoridad
Todos deberíamos estar de acuerdo en que Paysandú se ha transformado en una ciudad sucia, desprolija, con calles y veredas deshechas, con cascotes y restos de “construcción” dispersos por todos lados, con zanjas cubiertas por el agua que fluye de los caños rotos de OSE, con lámparas destrozadas que someten a barrios a completa oscuridad, con obras públicas amputadas; con pastizales o malezas que cubren exagerados espacios y parece que a nadie le importa lo ajeno, lo comunitario o todo aquello que pretende asear el sitio --vaya si es grande-- en que vivimos.
Si algún despistado cree que estas observaciones tienen meramente un contenido político destinado a inclinar la balanza partidaria, con beneficios electorales para dentro de tres años, pues que siga “fuera de pista”, adormecido, aburrido, despreocupado y gratuitamente resentido contra todos, incluso contra él mismo por sentirse tan inútil. Tendríamos que llegar a la conclusión de los franceses cuando no supieron estar a la altura de sus responsabilidades ciudadanas: “Nous sommes tous les assesains”. Es que todos somos de una u otra forma, con uno u otro grado de tolerancia, culpables del marco en que vivimos y dentro de un área que transitamos (pareciera que indiferentes) antes o a la salida de nuestras diarias ocupaciones (si es que las tenemos) o en nuestras cada vez más aburridas salidas de los fines de semana que terminan ante los desperdicios de los “canteros” o siendo testigos de “las inmundicias” de una zona portuaria, donde se desaparraman generosamente las aguas servidas de varias cuadras y en una calle que con su nombre perpetúa nada menos que a Leandro Gómez.
Somos responsables en el reclamo de nuestros derechos ciudadanos como debiéramos serlo en el cumplimiento de nuestros deberes. Somos culpables de mantener, en muchos casos, la suciedad en la puerta misma de nuestras casas, en las veredas que no limpiamos ni reparamos y en los cascotes que ni siquiera nos agachamos a recoger; en las bolsas de nailon que vemos volar delante de nosotros apenas sopla una brisa, en los miles de envases no retornables o de latas de bebidas refrescantes (y de las otras), que los “irresponsables de paso” tiran por doquier sin que atinemos a decirle siquiera: “¡eh!, mire que se le cayó algo”, para que sientan cuanto menos la vergüenza de tener que levantarlo.
Somos culpables de no inculcar a nuestros hijos o nietos que guarden en sus bolsillos, hasta que encuentren un mejor sitio de depósito, los incontables envases de alfajores, papas fritas, helados y golosinas de cualquier tipo que consumen a la salida de nuestros centros de enseñanza.
¿No correspondería que maestros y profesores procuren con la mayor insistencia que sus alumnos aprendan también esta lección de aseo y sería acaso un “imposible” que algunos educadores les acompañasen un par de cuadras a la redonda de sus propias casas de estudio, para juzgarlos en la práctica y evitar que grupos de inadaptados o cultores de “modernas y tolerables costumbres” se transformen en hordas que arranquen mosaicos de las veredas, los rompan hasta transformarlos en proyectiles, destrocen arbolitos de reposición; arranquen flores de los pocos jardines que exhibe nuestra ciudad...? en fin, intentar que prevalezca en nuestra convivencia una forma de educación impostergable.
Comprendemos que no será tarea fácil para quienes enseñan, pero deben hacerlo sin miedos ni temor a las reacciones y si sus advertencias no son correspondidas, deberían llegar expresamente ante los padres, como antaño, como otrora, porque la moral, los buenos modales, la limpieza y el respeto a lo ajeno no tiene épocas ni excusas de modernidad.
Pero ¿cuál es el rol que les compete a nuestras autoridades? Si no tienen armas legales, pues hay que crearlas, con normas y leyes claras de convivencia ciudadana como las que rigen en países de avanzada, cuanto menos en su nivel de educación.
No soy de los que creen en comisiones y menos en congresos, a la luz de que son recursos destinados momentáneamente a engañar a la gente; entretenerla con promesas que a la postre salen muy costosas porque su montaje, funcionamiento e inutilidad los termina pagando como siempre la propia ciudadanía.
Eso no quiere decir que, de una vez por todas, junten a pocos, pero capacitados, en un grupo de trabajo, al que le pongan el nombre que quieran, con uno o dos (no más) que representen a la Intendencia, a la Comisión de Legislación de la Junta, a la Enseñanza, a la Policía, al Colegio de Abogados (parecería que suficientes aunque entendidos y cuantos menos mejor), para que discutan soluciones legales que obliguen a los sanduceros a guardar reglas elementales de urbanidad o a pagar consecuencias de su tozuda despreocupación; por más fuerte que suene, ya que no hay “peor falta de libertad que la que no puede disfrutarse”. Y esto debe hacerse ya.
Quizá alguien --y con la más constructiva intención-- pudiera preguntarse: ¿y por qué Francolino, que está en la política no empieza a presentar esa inquietud en la Junta? Me vería obligado a confesar que ya lo hice, con el mismo entusiasmo con que encaré siempre mis inquietudes; pero para el absurdo, el desconcierto, el asombro (busque cada uno adjetivar el insuceso) me lo votaron en contra por esa caprichosa mayoría, que a veces se consigue con prejuicios de “partido tomado” antes que evaluar el alcance de una iniciativa.
Claro que con lo propuesto no vamos a solucionar todos los problemas de un Paysandú que se nos viene cayendo a pedazos (y no es tema de color partidario), pero cuando menos comenzaríamos a trabajar en un marco de limpieza que no asuste al viajero, turista o inversor que ponga los ojos en nosotros.
Al recurrir a EL TELEGRAFO con estas sugerencias comencé diciendo que “todos los sanduceros deberíamos estar de acuerdo...”, porque sé que hay algunos (y no son pocos) que cuando escuchan decir que Paysandú luce sucio, pegan el grito sanducero de ofendidos, se golpean el pecho y hasta se sienten héroes de una defensa por la que no mueven un solo dedo.
Falta autoridad y su ejercicio (el de la autoridad) se lo tenemos que pedir también a los que votamos; empujándolos a reunirse en cualquier recinto comunal, sin reparar en excusas que a la postre sirven para que los decepcionados, que tampoco escapan a sus culpas, se transformen cada vez más críticos de políticos, gremialistas o dirigentes corporativos que no sean capaces siquiera de poner sus propias casas en orden.
Hagan a un lado y de una vez por todas las ideologías tontas que ya no corren, porque en estos tiempos se han desparramado en todos los sectores políticos-partidarios y procuren soluciones de convivencia, más allá de epítetos o calificaciones de absolutismo para los que quieren vivir en orden en una ciudad que, por “derecha”, por “izquierda”, por detrás o por delante, debe lucir aseada y espléndida... para volver a ser lo que fuimos. Rubens Walter Francolino.

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NO TODOS SON IGUALES
Quiero responderle a una docente decente.
Soy empleado de la Dirección Nacional de Vialidad (DNV) y soy un empleado decente igual que la docente decente. Lamento profundamente lo acontecido el día 30/05/12 con la docente, como lamento cada vez que se comete una barbaridad (rapiña, asalto, asesinato, etcétera). Para ilustrarla e ilustrar a los lectores, ese día la asociación que nos nuclea realizaba una Asamblea que comenzó a las 7 horas y que finalizó a las 9 de la mañana, y a la que concurre alrededor del 85% del funcionariado.
Para nosotros sería fácil sacar cuentas de quién no ayudó a la docente, pero ese no es nuestro trabajo en este mundo, eso se lo dejamos a un ser más superior que nosotros. Con esto pretendo hacer saber a la docente que no todos los funcionarios de Vialidad que vienen a trabajar a Bulevar y Washington son iguales a quien no le prestó ayuda en el terrible momento que vivió: también tenemos hermanas, hijas, esposas, madres y amigas y que por ahí también son docentes decentes y si necesitan ayuda ahí estaremos. Pero para eso por lo menos debemos estar enterados de lo que está pasando sino es imposible ayudar.
Quien escribe es funcionario decente de DNV y me disculpo por no ayudar en lo que no vi; de cualquier manera gracias por el derecho a la réplica.
P.D. Este es el pensamiento de la mayoría de los compañeros de Vialidad.
Atte. C.I. 2.955.371-7

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Paysandú 15 de junio 2012
A un año de tu partida, querida madre, te recordamos con todo el amor y cariño que te mereces. Cuando me quedé solo contigo con tan solo 16 años te prometí que no te abandonaría jamás. Formé mi familia, luché, salí adelante, pasé de todo tipo de dificultades pero nunca me lamenté. Es la ley de la vida, y como todo buen hijo hice lo que tenía que hacer.
Pero llegó el día 14 de junio, como te sentías mal te llevé al hospital. Ingresaste a emergencia a las 14 horas, entonces el médico de turno que te atendió, vino y me dijo: “tu mamá está grave”. “¿Cómo?”- le pregunté. “Ella esta consciente, si, pero tiene un coma diabético; tiene que ingresar a un CTI para atenderla como se debe”.
No hubo CTI, no hubo traslado, no hubo nada, estuvo 10 o 12 horas despierta hablando conmigo y mi hermano. Cambió el turno de los enfermeros y médicos y nadie hacía nada, más que controles de presión y suero. Al otro día como a las 6 de la mañana me dicen que había un posible traslado a Tacuarembó pero era muy delicado su estado, y no la movieron de la sala de emergencias. Improvisaron un CTI en ese lugar para que yo me tranquilizara tal vez porque les pedí por favor que hicieran algo.
Después de 30 horas me dieron la noticia que mi madre había fallecido.
A los pocos días sale uno de los médicos que la atendió, a decir que mi madre se podía haber salvado de tener un CTI. Tuve que leer en la prensa toda clase de barbaridades con respecto a nuestro caso, hasta la renuncia del Director del Hospital. Lo que me parece que debieron hacer la que coordina los traslados y el médico que estuvo hablando mal de sistema, es darnos a mi hermano y a mi una explicación primero que a nadie.
Después de esto que pasó con mi madre, se resolvió que el Hospital de Paysandú contara con más camas, un nuevo CTI. Está muy bien, pero no es así como se deben conseguir grandes cosas. J. Giossa

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Me dirijo por intermedio de estas líneas, a quien corresponda; autoridades de Mevir. Formulando la siguiente pregunta: ¿Qué pasa con el segundo plan de Mevir en Pueblo Esperanza, Ruta 90, kilómetro 15?
Ya se realizó un primer plan de viviendas, en el año 2005, con 57 unidades de viviendas. Actualmente todas están habitadas. Somos un grupo de vecinos preocupados por la demora del segundo plan de viviendas, ya que contamos con terreno propio de Mevir.
Necesitamos que se lleve a cabo la pronta recuperación ya que muchos pagamos altos alquileres y otros vivimos de prestado. Solicitando una pronta respuesta, Una vecina.


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