Paysandú, Martes 26 de Junio de 2012
Opinion | 26 Jun De acuerdo a cifras divulgadas en las últimas horas por el Banco Central del Uruguay (BCU), la competitividad externa de los productos uruguayos medida a través del tipo de cambio real (TCR) cayó un 0,4 por ciento en mayo, por séptimo mes consecutivo, lo que significa que este parámetro ha caído a su valor mínimo en doce años.
Ello quiere decir, traducido a escenarios tangibles, que nuestros productos se siguen encareciendo para su venta al exterior y con ello además se reducen los eventuales márgenes de ganancia para los exportadores, en tanto en el caso de quienes producen para el mercado interno, se están importando productos similares más baratos y por ende afectando el desenvolvimiento de las empresas locales.
Los datos dan cuenta de que pese a que el dólar se elevó promedialmente un 2,8 por ciento durante mayo, y que la inflación doméstica se situó en el 0,4 por ciento, los productos nacionales medidos en dólares cayeron menos que los de los principales socios comerciales. En lo que va de 2012 hasta mayo, el TCR retrocedió 4,1 por ciento mientras que si se compara con igual mes de 2011, el descenso fue de 5,8 por ciento.
El tipo de cambio real es un indicador que mide la relación entre los precios al consumo de los productos uruguayos en dólares y los de los principales socios comerciales, medida que constituye uno de los principales indicadores de la competitividad del país, junto con el salario real, la productividad y la relación entre precios transables y no transables. En el ámbito regional se destaca una nueva caída del TCR respecto a Brasil, acumulando desde marzo un descenso del 7,3 por ciento en lo que va de 2012, y del dos por ciento con la Argentina.
Estas variaciones se dan cuando desde hace por lo menos un quinquenio Uruguay se ve beneficiado por condiciones internacionales muy favorables, teniendo en cuenta los elevados precios de los commodities y consecuente rentabilidad para quienes como nosotros tenemos condiciones favorables para producir, a lo que se agrega bajas tasas de interés en el sistema financiero mundial.
Estas condiciones han resultado muy propicias para encarar reformas que nos permitieran mejorar infraestructura de apoyo a sectores productivos, y a la vez estar en condiciones de encarar una reforma del Estado que sigue pendiente, y tender a conformar un colchón de recursos mediante disciplina fiscal y contención del gasto público. Es decir que no se han adoptado medidas contracíclicas, apostando tal vez a que las cosas van a seguir rodando bien por mucho tiempo apoyados en la receptividad internacional a nuestros productos, lo que ojalá se mantenga por mucho tiempo. Recientemente el director académico de Ceres, economista Ernesto Talvi, subrayó que Uruguay desaprovechó la exuberancia económica de los últimos años para mejorar su capacidad de producir y es vulnerable ante un recrudecimiento de la crisis europea por su déficit fiscal estructural y el financiamiento del gasto privado.
Cuando estamos precisamente ante una crisis europea cuyo piso todavía no se sabe hasta dónde va a llegar, debemos considerar que los favorables indicadores de producción, pobreza, empleo y salarios no se deben a cambios estructurales del país, sino a que estamos tomando coyunturalmente los beneficios de las condiciones internacionales sumamente beneficiosas para Uruguay a las que nos referíamos y el arribo temporal de capitales que no encuentran atractivo por ahora para operar en el mundo desarrollado, y que se encuentran desde hace varios años en la región.
La postura de “vivir el momento” que se manifiesta en decisiones de gobierno en nuestro país son comunes a prácticamente toda la región, por lo que es oportuno recordar recientes reflexiones del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis A. Moreno, a propósito del escenario que presenta América Latina en el contexto socioeconómico internacional, cuando considera que el mayor riesgo es la “complacencia”, es decir asumir que estamos ante un escenario poco menos que permanente, en el que nos va a bien, y que por lo tanto lo aconsejable es seguir actuando de la misma forma de cara al futuro.
La pérdida de competitividad que se viene registrando en 2012 indica que nada es permanente, y sobre todo que perdemos posibilidad de colocar productos terminados o semiterminados y seguimos con las materias primas como bandera exportadora, al amparo de los buenos precios que se pagan en los mercados.
Los costos internos que influyen en la competitividad son sin duda el talón de Aquiles de la economía uruguaya. Las reformas necesarias serán cada vez más difíciles de afrontar a medida que siga pasando el tiempo.
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