Paysandú, Jueves 28 de Junio de 2012
Opinion | 23 Jun Con el paso de las horas se van agregando elementos de juicio en el marco de propuestas en torno a la legalización del consumo de marihuana, los que presentan no solo nuevas interrogantes, sino contrasentidos mayúsculos. Tenemos así que el presidente José Mujica, además de confirmar que el Estado venderá y controlará la producción de la marihuana pero que no la plantará, solo podrán comprar quienes presenten cédula de identidad y que los consumidores deberán devolver las colillas. “No es consumo libre, sin cédula no se va a poder comprar”, dijo el presidente.
Mujica señaló que habrá lugares de venta, pero que aún no se han determinado. En tanto, aseguró que rechaza los proyectos de ley sobre el autocultivo ya que en ese caso el Estado no podría ejercer ningún control, pese que estas propuestas habían surgido dentro del partido de gobierno y había ambiente en sus legisladores para aprobarlas.
Pero la idea de la legalización, con registro y “presentación” de colillas para justificar la venta de la droga que producirá y distribuirá el Estado, aparece como el delirio potenciado, más acorde al razonamiento de alguien bajo los efectos de un alucinógeno que un planteo serio de un gobernante.
¿El Estado va a controlar con registro y todo, con cédula y restos de colillas, a quien le vende, y cuánto? Y suponiendo que lo haga, ¿que va pasar con los menores, que son el 90 por ciento de quienes consumen marihuana, es decir personas de entre 12 y 17 años fundamentalmente? Porque, por supuesto, para ellos no hay legalización, sino que se mantiene la misma prohibición que rige para la venta de alcohol, por ejemplo, que es una droga legalizada y regulada por el Estado.
¿El INAU será el encargado de controlarlo? ¿El mismo INAU que no cumple siquiera con sus cometidos respecto al control de la venta y consumo de alcohol por menores? Si para el Estado controlar es tan fácil, sería bueno que empiece a cumplir con lo que hoy tiene que hacer. Por ejemplo, controlar la venta de cigarrillos y alcohol a menores tanto en comercios como en discotecas –donde no podrían entrar--, el horario de los centros nocturnos donde concurren estos menores, la escolaridad de los niños, ejercer la autoridad con los padres que no cuidan de los hijos, que los que tienen 12 años o menos no anden deambulando solos por las madrugadas, que los vehículos tengan seguro –al menos el SOA--, eliminar la venta callejera de productos de contrabando –una doble infracción--. En fin, tratar que todo lo que ya se legisló no sea letra muerta. Está claro entonces que en los términos actuales, “legalizar” la marihuana sería fomentar el consumo sin restricciones solo para no complicarse más con atacar el verdadero problema, que es la delincuencia.
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