Paysandú, Viernes 29 de Junio de 2012
Opinion | 22 Jun La problemática de las drogas, en todo el mundo, como también es el caso de nuestro país, es enormemente compleja y naturalmente multicausal y con proyecciones muy heterogéneas en la sociedad, y a la vez, de repercusión disímil en base al tipo de droga, por cuanto se formulan evaluaciones diferentes sobre las consecuencias de la gama que las divide entre las “blandas” y las “fuertes”.
Pero drogas son drogas, tienen el común denominador de crear dependencia y enajenación, por esquematizar las consecuencias de su uso, y consecuentemente, tienden al desequilibrio y a la destrucción del consumidor, en distinto grado y plazo, pero en ningún caso puede decirse que incluso las de carácter “social”, como el alcohol y el tabaco, resulten inocuas. En nuestro país la problemática delictiva está muy vinculada a la droga, sobre todo a la pasta base, según la Policía y organismos especializados, por lo que se entiende que una de las acciones preventivas contra la ola delictiva que nos afecta sería la de atacar directamente el consumo de pasta base, sobre todo por menores.
Pero también estamos ante un porcentaje significativo de consumo de marihuana, rotulada como droga “blanda” por sus defensores, y en algunos sectores del gobierno se cree que podría ser una opción el promover su consumo en sustitución de la pasta base, de forma de contrarrestar por esta vía la incidencia de la segunda en la comisión de delitos de carácter violento.
En este contexto debemos evaluar el trascendido, luego confirmado desde el Poder Ejecutivo, en el sentido de legalizar la venta de marihuana y dejarla a cargo del Estado, con un registro de consumidores, como forma de combatir el narcotráfico y limitar a la vez el consumo a determinado número máximo de cigarrillos por persona, estableciendo una suerte de control de consumidores por el Estado.
Es decir que de la misma forma que se hizo con el alcohol y el juego, se apunta a la legalización de algo ya consumado e inevitable, con el cobro de impuestos incluido, para darle transparencia y además establecer una suerte de barrera contra la pasta base.
Pero para empezar, más allá de las buenas intenciones que nadie discute, no hay ningún estudio que demuestre que un consumidor de pasta base se pueda volcar a una droga más “blanda”, como la marihuana, por el simple hecho de su legalización, sino que lo común es al revés, es decir empiezan por una droga blanda para pasarse progresivamente a las más duras a medida que el organismo va aumentando su tolerancia y necesita mayor estímulo cada vez.
Quiere decir que la marihuana funciona como puerta de entrada pero es irracional pensar que pueda funcionar como puerta de salida.
Para informarse al respecto basta escuchar la opinión de los especialistas de los institutos de rehabilitación, que seguramente no han sido tenidos en cuenta a la hora de “redactar” el proyecto (aunque tal como se anunció parece más una expresión de ideas de boliche).
El siquiatra Freddy Da Silva, del centro de rehabilitación de adictos Izcali y jefe del departamento de sanidad mental de La Española, consideró que legalizar la marihuana “es una barbaridad”, y que tal propuesta “demuestra la ignorancia de las bases neurobiológicas de las adicciones y también los efectos nocivos para la salud de la marihuana”, a la vez de señalar que “estoy acostumbrado a ver sicosis agudas, sicosis delirantes, crisis de pánico y agravamiento de cuadros depresivos provocados por la marihuana”.
También “es mucho más nociva para el pulmón que el cigarrillo”, y es un gran problema de los adolescentes fumadores de marihuana, la falta de motivación, de interés, la fatiga, el desgano”, lo que ya se puede comprobar en las afueras de los centros de estudios secundarios con solo ver (y oler) algunos de los alumnos que no entran a clases.
Para el siquiatra, si se legaliza la comercialización, aumenta el consumo. “Es como en los casinos, si aumenta al número de casinos aumenta el número de jugadores y de adicción al juego”.
Asimismo, Susana Grunbaum, directora del Programa de Salud de Adolescentes y Jóvenes del Ministerio de Salud Pública, subrayó que aunque se legalice la marihuana no es una sustancia inocua, y destacó que hay que difundir los riesgos de consumirla porque si bien al lado de la pasta base parece una sustancia inocua, “tiene riesgos y peligros”, en tanto dijo que no está segura de que con esta medida se reduzca el consumo de pasta base. Desde la Fundación Manantiales para la rehabilitación de drogadictos, se dijo a El País Digital que “somos contrarios a la legalización. La marihuana es la puerta de entrada a otras drogas. La mayoría de los consumidores de pasta base comenzaron con marihuana”, y que se pretendería “apagar un incendio con nafta”.
Por lo tanto el anuncio irresponsable que hizo el Gobierno de un tema tan delicado tiene derivaciones que de seguro jamás siquiera se tuvieron en cuenta. Incluso es un pésimo mensaje para la Policía que día a día debe enfrentar a la droga y los drogadictos para procurar contener la delincuencia –que el mismo gobierno reconoce--: ¿qué sentido tiene continuar persiguiendo a los vendedores de drogas si “dentro de poco” va a ser legal? ¿Deberán preguntarles si es marihuana, cocaína o pasta base para actuar? ¿Qué sentido podrá tener ahora detener un drogadicto que fuma un porro frente a una escuela?
Este proyecto conlleva implícito el mensaje de que está todo bien con la marihuana, que se puede consumir porque es inocua, y por ende inducir al consumo. No. No parece una buena idea, ni una forma adecuada de establecer el debate por parte de un Gobierno.
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