Paysandú, Lunes 02 de Julio de 2012
Opinion | 29 Jun En las dos últimas décadas se ha registrado “una reforma agraria” de gran significación, por la implantación y explotación de los montes forestales, declaró a El País el ingeniero agrónomo Pedro Soust, titular de la Dirección General Forestal del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, aludiendo a la vez a la proyección socioeconómica de esta explotación, que se da fundamentalmente en el Centro y Litoral del país.
Es que hasta ahora el Banco de Previsión Social registra entre 18.000 y 20.000 puestos directos en la cadena forestal, y por cierto que no es poca cosa en un país como Uruguay, donde las explotaciones agropecuarias no se caracterizan por el alto empleo de mano de obra precisamente, y mucho menos aún en las explotaciones pecuarias.
A estos puestos debe agregarse una cifra mucho mayor de empleos en actividades que se nutren del sector, desde transportistas hasta talleres mecánicos, entre otros servicios.
En Paysandú es notorio que el desempleo es mínimo y prácticamente inexistente en zonas forestales, como es el caso concreto de Orgoroso, Piedras Coloradas y Pandule, por citar ejemplos concretos, donde la gran mayoría de su población vive de este sector.
Este panorama alcanzaría para catalogar como revulsivo el aporte de la forestación a la zona y el país, aunque todavía queda lo mejor por venir o por lo menos debería, teniendo en cuenta que debe apuntarse al gran salto de calidad todavía ausente.
El punto es que seguimos ante una coyuntura internacional adversa, teniendo en cuenta que los precios de la celulosa continúan deprimidos desde la crisis de 2008 y tampoco se encuentran mercados que se habían abierto promisoriamente para contrachapados y otros productos con cierto grado de valor agregado en la cadena forestal.
Igualmente, estamos en proyectos de largo plazo, lo que implica que la situación forma parte de los altibajos que suelen darse en toda iniciativa que va mucho más allá del horizonte cercano.
En este mundo globalizado e interconectado estamos ante una depresión significativa en la demanda de los países desarrollados, tanto en Estados Unidos como en Europa, a los que abastecemos de materias primas y productos semiterminados e incluso con algún grado de proceso, como la celulosa y el aserrío en lo que refiere a la madera, pero con un mercado interno local que prácticamente no existe.
El sector, como nuestro país, es tomador de situaciones que se dan a miles de kilómetros, tanto favorables como adversas, y ya en la crisis internacional de 2008 fue uno de los más afectados, al punto que en algunos productos aún está lejos de recuperarse, con el panorama más difícil en el área de los tableros y contrachapados.
Las empresas de exportación de este sector, ante la incertidumbre, han virado su estrategia de producción, bajando costos e intentando mejorar su competitividad, pero el panorama tampoco es mucho mejor en el área de la madera aserrada, que igualmente ha sido menos afectada que las anteriores.
El precio de la celulosa se hundió en 2008, se recuperó luego, cayó otra vez en 2011 y ha repuntado algo a principios de 2012, pero debemos tener presente que con estos altibajos las exportaciones del sector forestal cayeron 39 por ciento en los primeros cuatro meses de 2012 comparados con igual lapso de 2011.
Este escenario complejo, delicado, no puede dejar de preocupar, aún cuando se coincide en que estamos ante una coyuntura y no un problema estructural, por cuanto pese al pronóstico positivo a largo plazo, y al hecho de que las inversiones están y seguirán volcándose en esta apuesta productiva, en el ínterin las consecuencias adversas socioeconómicas y en las empresas se hacen sentir.
Igualmente debe tenerse presente que entre los años 2014 y 2020 llegarán a su madurez las plantaciones para producción de madera de aserrado, contrachapado y madera de ingeniería, por lo que estaremos asomando a un nuevo ciclo propicio para la fabricación en gran escala de muebles, molduras y viviendas industrializadas, lo que esperemos se concrete.
Se impone por lo tanto buscarle la vuelta a las inversiones para encarar este proceso dentro de fronteras, para consolidar la cadena forestal, reciclar riqueza y crear nuevas fuentes de empleo directos y en infraestructura, desde que los altibajos de hoy no invalidan la vigencia de una apuesta que es la de todo el país como factor generador de emprendimientos y polos de desarrollo en el interior profundo.
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